Wednesday, June 1, 2011

CARLOS SALADRIGAS: EL GARROTERO DEL PUEBLO.

Por Iliana Curra

 
¿Qué respaldo legal puede existir en un país donde la ley la hace, la practica y la ordena el mismo régimen que la crea para reprimir? ¿De qué legalidad se está hablando? Para Carlos Saladrigas solo existe el negocio como incentivo para llenar -aún más- sus arcas, y luego de años sin saber ni siquiera dónde quedaba Cuba, se dió cuenta que podía usarla como ficha de juego en sus negocios. ¿Alguien ha escuchado hablar de a cuánto ascienden los intereses en los préstamos a los cubanos? Viniendo del banco mexicano, "Compartamos", no esperen menos del 100%, por lo que un préstamo tal alto, más los impuestos del régimen, Cuba se convertiría en una fuente de ingresos enormes para...la dictadura y para Carlos Saladrigas. Su viaje Cuba no fue para visitar la Catedral de La Habana, y sabemos que detrás de todo esto se ocultan las verdaderas intenciones del sometimiento al estilo chino: una isla donde se aprueban pequeños negocios, pero donde la libertad de expresión quedaría como está. A los garroteros no les importa nada más que sus ganancias. Lo de ayudar al pueblo no es más que un cuento chino en un sistema político chino. Y China, valga la redundancia, sería nuestra nueva madre patria. ¡Valga madre del garrotero!
Empresarios exiliados dispuestos a invertir en Cuba con respaldo legalAFP
(Tomado de El Nuevo Herald

LA HABANA -- Grandes empresarios cubanos residentes en Estados Unidos están dispuestos a invertir en la isla si el Gobierno de Raúl Castro adopta “reglas universales” sobre los negocios, en su reforma económica, aseguró uno de sus líderes, según una entrevista publicada el lunes.

“Se bien el interés que tienen en poder contribuir con su talento y su tesoro para ayudar a una Cuba que prospere y progrese. El empresariado cubano en el exterior tiene mucho que contribuir (…). Somos parte del enorme capital humano con que cuenta la patria”, dijo el empresario Carlos Saladrigas a la revista católica Palabra Nueva.

Saladrigas, de 62 años, encabeza The Vincam Group, una de las diez agencias empleadoras más grandes de Estados Unidos, y desde el 2001 preside el Grupo de Estudios sobre Cuba, que integran numerosos empresarios emigrados.

Fue uno de los niños emigrados en la operación “Peter Pan” de 1961, mantuvo durante décadas una posición radical con respecto a Cuba y en 1998 lideró las presiones que suspendió un proyecto de crucero de cubanos para asistir en La Habana a la visita del Papa Juan Pablo II.

Pero luego su postura política se flexibilizó, se ha manifestado contra el embargo de Washington, y viajó a la isla en febrero pasado. “Para que Cuba cambié y prospere, todos los cubanos tenemos que cambiar. Persona a persona, familia a familia. El exilio cubano ya comenzó la jornada”, dijo.
En ese sentido, Saladrigas consideró necesario en la isla un programa “con visión de futuro”, que salve o cambie lo necesario y que reciba al empresario y al productor como “salvadores, no como un mal necesario”.

“Se necesita un cambio de filosofía”, que también conlleve “una legalidad clara” que cree confianza y eliminar “el deseo frenético (de la burocracia) de controlar toda la actividad humana”.

Saladrigas sostiene que esos empresarios deben invertir como capital nacional, en asociación con sus compatriotas de la isla, y no ser considerados extranjeros.

Para que fluya esa inversión, el gobierno tendrá que garantizar “reglas universales”: un marco legal claro; un sistema judicial efectivo y justo; un riesgo político moderado y un clima laboral justo y equitativo, concluyó.

El plan de reformas prevé, entre varias medidas, atraer capital extranjero y ampliar el sector privado, para lo cual Raúl Castro llamó a quitar estigmas que prevalecieron por años sobre los empresarios privados.

Tuesday, May 31, 2011

LA LLEGADA.......... TRES HISTORIAS DIFERENTES.

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Por Esteban Fernández.

Hoy en día los cubanos vienen al exilio y ven que la mayoría de sus compatriotas -que llegaron primero durante los años 60- están cómodos económicamente. Tienen casas propias, automóviles y sus hijos han terminado carreras universitarias.

Pero muy pocos saben los trabajos que se pasaron durante los primeros tiempos del destierro. Inicialmente, aquello fue un desastre. Con mis 17 años recién cumplidos, recuerdo lo preocupado que iba rumbo a mi primer trabajo de lavar platos en un hotel de Miami Beach.

Sin embargo, con qué orgullo me lancé a trabajar arduamente después de 15 minutos de entablar conversación con mis compañeros cubanos de labor. Había un anciano que me dijo que él había pertenecido al Tribunal Supremo de Justicia en Cuba, estaba un médico, dos abogados, otro señor había sido Representante a la Cámara en la época de Carlos Prío; y todos estaban sudando la gota gorda trabajando en aquel lugar. Todos sin complejo alguno y sin quejarse. Tremendo impulso cogí cuando el hombre que limpiaba unas enormes cazuelas me dijo: “Muchacho, esto es miles de veces mejor que vivir en el comunismo castrista”. Nunca en mi vida lo había visto antes, sin embargo estreché su mano empapada en agua hirviendo.

Recuerdo que una señora cubana que estaba trabajando de ascensorista me miró con cara de lástima y me preguntó: “Muchacho, ¿Qué tiempo hace que llegaste de Cuba?” Y le dije: “Veinte días”. La mujer metió la mano en su cartera y me regaló un dólar. Ustedes pueden imaginarse la facha que yo tendría para inspirar a una desconocida a darme una limosna.

Un famoso declamador cubano llamado Jorge Raúl Guerrero estaba recorriendo todo Miami vendiendo helados en un camioncito. Un conocido dentista estaba trabajando de sepulturero. Un abogado amigo mío le escribía a su mamá en El Cotorro diciéndole que estaba trabajando en Max Factor de "Cajero". En realidad estaba cargando cajas en el Warehouse de esa compañía.

Al fin, y con tremenda alegría, fui tres días a trabajar en una planta de envasar tomates conocida como LA TOMATERA... Allí laboraban la hermana de Eloy Gutiérrez Menoyo y varias señoras cuyos esposos habían desembarcado en Cuba y estaban presos. También conocí en la tomatera a un brillante joven llamado Gregorio del Campo que después se hizo médico y que llegó a ser dirigente de la F.E.U. en el exilio y Jefe Militar del Movimiento Nacionalista Cristiano que dirigía Aldo Rosado Tuero.

¿Ustedes creen que ahora en el exilio hay muchos fidelistas? Bueno, pues en aquel momento habían más. Miami estaba lleno de miembros de células del Movimiento 26 de Julio que todavía no habían regresado a Cuba y que campeaban por su respeto en Florida, New York, New Jersey. Eran exiliados contrarios al depuesto régimen de Batista. Y esos castristas nos hacían la vida imposible. Nos consideraban esbirros y latifundistas. Y las broncas eran diarias.

Como es de suponer, en aquellos tiempos los policías eran todos norteamericanos, no como ahora que la mayoría son tan cubanos como usted y yo. Pues cuando veían a cuatro cubanos vociferando en una esquina, paraban su carro y nos decían: “Speak English or go home!”. Nos dispersaban.

Todos los días yo pasaba por delante de un quiosco que tenía afuera un refrigerador con sudorosas y frías botellas de Coca Cola. Hacía un calor de 100 grados y casi nunca tenía las monedas necesarias para comprarme una. Esa fue la única vez en mi vida que tuve tentación de robarme algo, pero no me atreví.

Fui al Welfare Católico a buscar ropa y lo único que me dieron fue un abrigo de lana que parecía que había sido de un futbolista de siete pies de estatura. Y yo pensé ¿qué carijo hago yo con este gigantesco gabán en agosto y con un sol que rajaba las piedras? Lo boté en el primer latón de basura que encontré. Al mes de estar aquí ya tenía tremendos huecos en las suelas de los zapatos. Y no era yo solo, todos los cubanos pasaron más trabajo que un forro de catre durante muchos años.

Mientras tanto, en nuestra Patria los fidelistas eufóricos gritaban: “¡Qué bueno que se fueron, y que se vayan todos los gusanos a pasar hambre, miseria y frío en el Norte Revuelto y Brutal! Y mi madre lloraba cuando escuchaba eso.

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Ester Elena San Martín
Ester Elena San Martín

Vino a Miami a los 18 años en 1971 en los denominados "Vuelos de la Libertad", que permitieron a los cubanos salir de la isla tras un acuerdo entre Castro y su par estadounidense Lyndon B. Johnson. Dice no haber hecho más que trabajar desde que llegó a Miami. Se casó con un hondureño, tiene tres hijos, y vive en la zona de Hialeah – posiblemente el barrio de clase media más cubano de todos en Miami.


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La llegada

"Vine a Miami el 5 de agosto de 1971. Eran doce y treinta y pico de la tarde. Estaba lloviendo. Me recuerdo cuando el avión aterrizó... Todo el mundo estaba con unos capotes verdes y yo traía la imagen del verde de allá de Cuba... Me viré y le dije a mi papá en el asiento: 'si es Cuba, no me voy a bajar'.

Fue un cambio muy grande en mi vida, porque de ser una niña mimada llegué aquí y me tuve que ser una persona responsable y de trabajo. No había otra cosa que hacer. Había que trabajar para salir adelante.

Nosotros nos fuimos de allá porque en la finca de mi abuelo se escondieron unas personas que peleaban contra el gobierno de Cuba. Entonces mi casa no era del gobierno. Yo me recuerdo esa mañana de noviembre cuando se metieron muchos soldados y nos sacaron a mí, a mi hermana, y a todos fuera de la casa con armas largas en la cabeza, y nos tiraron al piso. Durante cuatro horas hubo un hombre con una ametralladora detrás de nosotros."

Los sueños

"Yo sueño con que Cuba sea libre. Y sueño con llevar a mis hijos y que conozcan, pero mientras esté ese sistema, no voy a ir. Tiene que haber democracia como hay aquí – que yo pueda ir y venir y eso, pero no voy a regresar a vivir a Cuba. Mis hijos son americanos y no los puedo obligar a ellos a ir allá... Ya la vida ha sido acá.

Me siento muy orgullosa y muy feliz de vivir en Estados Unidos. Me siento que es mi país. Yo añoro a Cuba pero me siento aquí muy feliz. Me siento libre. Me siento que tengo derechos, beneficios y todo... todo, todo para estar realizada como persona."



LOS MARIELITOS



Diana Contreras

Diana Contreras

Llegó a Miami a los 15 años durante el muy sonado éxodo de 1980 en el que más de cien mil personas salieron de la isla por el puerto de Mariel, en las afueras de La Habana. Aquel éxodo fue precedido por el incidente, días antes, en la embajada de Perú de la capital cubana, donde once mil personas pidieron asilo. Diana es gerente de ventas de una de las mayores cadenas hoteleras del país; está casada y tiene una hija.


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La llegada


"Fui una de los de la embajada de Perú. Me asilé en la embajada de Perú por once días junto a mi mamá. Fidel abrió las puertas y dijo que todos los que se querían ir se podían ir.


Y yo aproveché esa oportunidad porque sabía que existía algo mejor. Quería conocer la libertad y quería tener otros tipos de derechos y de porvenir. Le dije a mi mamá que me iba y mi mamá fue prácticamente la que me siguió a mí. Nos iban a mandar a Perú, pero abrieron el Mariel y así fue como llegué a Miami.


Nos metieron en un barco. El barco se llamaba "Isabel" – nunca se me olvida. Era de dos señores cubanos que habían ido a buscar a su familia y desafortunadamente no le dieron la familia a ellos. Nos pusieron en el barco y nos dijeron que éramos escoria. Pasamos dos días en un puerto que se llamaba El Mosquito... fue algo horrible.


Yo sinceramente cuando llegué bloqueé por casi siete años todo eso como un trauma psicológico ,y no me acordé nunca más de nada. Después, cuando me hice adulta y tuve hijos, fue cuando empecé a recordar otra vez."


El estigma del Mariel


"Estuve muchos años sin decir que era 'marielita'. Yo decía que había venido porque mi abuelo llevaba aquí muchos años, y que había llegado en avión aunque nunca había viajado en avión. Lo dije durante muchos muchos años porque la verdad me daba vergüenza. La opinión pública de los marielitos era horrible.


Fidel quiso cambiar la idea política y la imagen de las personas y decir que todo el mundo que había venido eran ladrones y gente de la cárcel. Lo que hizo fue que abrió las cárceles de Cuba, abrió los manicomios y le empezó a dar salida a toda esa gente. Yo lo sé porque yo lo viví – y eso no fue verdad. La gente que se asiló en la embajada de Perú era gente profesional, y de cierto nivel alto."