Thursday, February 23, 2012

LA HUELGA DE LOS OLVIDADOS


 Image Detail
 Eduardo Díaz Fleitas

Angélica Mora
Chile

Desde la distancia se mira como una locura: Declararse en huelga de hambre en Cuba, un país donde los gobernantes son ciegos, sordos y mudos.

Siempre había pensado que los ayunos de los cubanos para exigir sus derechos se hacen en vano.
Sin embargo hoy, la distancia me ha hecho afinar los sentimientos y abrirme a la comprensión para  el entendimiento.
He visto en la huelga que inició este jueves Eduardo Díaz Fleitas, su terco propósito de dar a conocer de algún modo -en medio del "estruendoso silencio" del mundo libre- su determinación a ser escuchado.

Con su extrema actitud, está exigiendo que el Papa preste atención a la problemática de la oposición cubana y reciba durante su visita a la Isla, a una  representación de la sociedad civil.

Asimismo, pide el cese de la represión y una amnistía para todos los opositores detenidos.

La determinación de declararse en huelga de Díaz Fleitas es el único recurso que tienen los dejados de lado por el Mundo Libre.
Es llamar la atención para ver si los que luchan hasta por los derechos de los delfines en remotas latitudes, presten oído a la situación de hombres y mujeres agobiados bajo el yugo de las tiranías.

Son los Olvidados:
 Algunos de ellos ya han entregado sus vidas, como fue el caso de Orlando Zapata Tamayo. Son hombres y mujeres  en tenaz lucha por ser escuchados en sus justos reclamos para que se le devuelvan sus derechos de hombres y mujeres libres.

Wednesday, February 22, 2012

TESTIGO DEL SACRIFICIO,....PROHIBIDO OLVIDAR....


SIN MAS PALABRAS.......PROHIBIDO OLVIDAR.....!!!!!!!!!!!


TESTIGO DEL SACRIFICIO,
(HACE 50 AÑOS).

Por Tomás Fernández-Travieso


El sol se ponía cuando salimos del juicio. Luis Fernández-Caubí fue el único abogado que se atrevió a defender nuestra causa. El juicio demoró sólo 20 minutos; lo interrumpió varias veces el ruido de los tanques de guerra destacados en La Cabaña corriendo hacia Playa Girón: era el 17 de abril de 1961.

Cuando iban a fusilar, dejaban solamente en capilla a los condenados a muerte. El único que sabíamos que ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A su compañero de causa, Efrén Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo habíamos dejado en la galera y cuando vino a despedirse de nosotros, muy apenado, dijo:
- “Miren, perdonen que les pida esto, pero seguro que ustedes no regresan. Salúdenme a Carlitos allá”.
No pudo seguir hablando.
Nos abrazó llorando.

Caminando esposados cruzamos el puente levadizo.
Abajo, en el foso, un palo solitario se alzaba delante de unos sacos de arena.
Virgilio Campanería Angel y yo íbamos esposados juntos.
Alberto Tapia Ruano venía solo.
Al llegar a la prisión, desde el patio al otro lado del rastrillo, muchos compañeros nos saludaron en silencio. Nos pasaron a través de una galera donde dormían los guardias, hasta llegar a la capilla (galera interior dividida en cuatro celdas con un pasillo central).

Continuamos caminando por un largo pasillo. Cuatro guardias nos escoltaban. Atravesamos tres rejas con gruesos candados. Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la voz de Efrén, fuerte y decidida, nos saludó:
- “Parece que me quieren tronar (fusilar) también. Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además, Carlitos estaba muy solo y no podía abandonarlo”, agregó riendo Efrén. Compartimos la información que teníamos del desembarco por Playa Girón que apoyaría el movimiento clandestino.
Efrén y Carlitos eran de 'Rescate Revolucionario'.
Virgilio, Alberto y yo del 'Directorio Revolucionario Estudiantil'.
Nos metieron en una celda iluminada por una lámpara de luz fría con dos literas sin colchón y un hueco en el piso que servía de inodoro.

Al poco rato trajeron a Lázaro Reyes Benítez y a Filiberto Rodríguez Ravelo, ambos de Güines. Filiberto se había ganado el apoyo de “el marciano” ya que desde que llegó a La Cabaña insistía en que él era un extraterrestre y que estaba en contacto permanente con los marcianos.

Después llegó José Calderín, quien junto a Lázaro y a Filiberto fueron a otra celda.
Por último, Carlos Calvo Martínez; al igual que Virgilio y Tapita tenía 21 años.
Lo acusaron de poner la bomba de El Encanto. Lo metieron en nuestra celda.

Ya estábamos todos. Un guardia trajo las sentencias. A mí me conmutaron la pena de muerte por 30 años de prisión “porque esta gente no va a fusilar a un menor de edad”, me explicaron todos. Ya no pude seguir compartiendo los cantos y los chistes de los demás. Me convertí en el depositario de sus recuerdos, el enlace con la vida. Yo sería el testigo de su sacrificio. Pasaron horas. No sé, ahí no existe el tiempo. Rezamos el rosario, todos teníamos rosarios.

Por fin las tres cerraduras crujieron y pasos de botas resonaron en la capilla.
El sargento Moreno llamó el primer nombre:
- “Carlos Rodríguez Cabo”.
- “Presente”, gritó con voz firme.
Dos guardias con fusiles lo escoltaron hasta la puerta de nuestra celda.
Nos abrazamos a través de los barrotes.
Me encomendó a su hija, le dejaba su sortija y dijo:
- “ánimo, que tengas suerte”.

Al rato el sonido de los fusiles FAL llenó la capilla, seguido de un tiro de pistola.
- “El sargento Moreno es el que da los tiros de gracia”, me habían dicho.

Las tres cerraduras se abrieron otra vez, ahora para Efrén.
Respondio: - “Presente”.
Me abrazó entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa.
Los FAL sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia.

El tercero fue Virgilio.
En el último abrazo me dijo:
- “Tommy, voy a gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio,
que le va a traquetear los cojxxxs".

Alberto (Tapita) se abrazó a mí:
- “Ojalá que yo vaya después”.
Abrazados escuchamos a Virgilio cumpliendo su promesa, sonaron los FAL y
después tres tiros de gracia.

- “Alberto Tapia Ruano”, llamó Moreno.
- “La Virgencita me oyó”, dijo Tapita con alegría.
Salió rápido.

Quedamos Carlos Calvo y yo en la celda.
- “¿Crees que Tapita contó los tiros de gracia de Virgilio?...
Fueron tres. De todas maneras él lo va a ver en el suelo, no hay tiempo de quitar los cuerpos entre uno y otro…”, dijo.

El cuarto fue Filiberto, quien, reconociendo su broma, me confesó:
- “Ya ni los marcianos pueden salvarme del trueno (paredón)”.
Salió cantando el Himno Nacional.
Le dieron dos tiros de gracia.

- “Lázaro Reyes Benítez”.
- “Presente”.
Me abrazó y salió.

- "José Calderín”.
- “Presente”.
El penúltimo abrazo y salió.

Carlitos Calvo fue el último.
Ya yo conocía toda su vida...
Antes de que abrieran las rejas, me pidió:
- “Cuenta mis tiros de gracia y me lo dices allá arriba”.

Fueron ocho en La Cabaña, hace 50 años.


TOMÁS FERNÁNDEZ-TRAVIESO,