Saturday, December 25, 2010

AL COMBATE CORRED BAYAMESES: Una Familia, Una Tragedia

POR EL PEQUEÑO HERMANO


Hace apenas unas horas, un acontecimiento estremecedor tuvo lugar en mi Bayamo semi invernal: aproximadamente a las siete de la noche de este miércoles 22 de diciembre, el joven de 34 años Alexander Otero Rodríguez apareció en una céntrica esquina de la ciudad, acompañado de su esposa de 18 años, Aliuska Noguer Tornés, y su bebé de 48 días de nacido.

Junto a él, un familiar y un amigo.

En cuestión de minutos levantaron una choza de fibrocemento, sujeta por frágiles tablas, en un solar yermo ocupado antaño por una tienda de víveres. Extendieron en el suelo -rodeado de hierbas- el desvencijado colchón que traían a cuestas, y se alistaron para el vendaval.

Alexander Otero acababa de dar el paso más arriesgado de su vida, el más desesperado: reclamar públicamente su derecho a una vivienda digna para él y para su humildísima familia.


(Ángulo lateral)

No tardaron en aparecer los funcionarios públicos, políticos, y del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) cuestionando aquella covacha negruzca en la que de repente se instalaban dos personas con un recién nacido. La respuesta de ambos jóvenes era la misma: “De aquí no nos movemos hasta que alguien le ponga fin a lo que estamos viviendo. Llevamos meses vagando de un lugar para otro, no tenemos casa, y desde que nació nuestro hijo estamos durmiendo a la intemperie”.


(Ángulo Frontal, ya con vecinos alrededor)

No tardaron en aparecer, tampoco, los curiosos, y los vecinos solidarios que de repente se quedaban sin habla al advertir lo que aquellas personas estaban protagonizando; ni tardó en aparecer el informante o miembro de los servicios de inteligencia que, infeliz, pretendió evitar que yo filmara el suceso y tomara imágenes del mismo.

Repito: infeliz hombre, que jamás imaginó –como jamás imaginé yo tampoco- que una multitud de decenas de bayameses se virarían en su contra, casi expulsándole, y mostrándole un enorme desprecio por su repentina “salida del closet” como ciudadano represor.

Según palabras de Otero Rodríguez, esta acción era el punto culminante de una espera inhumana que había comenzado hacía 11 años, cuando solicitó por primera vez un pequeño espacio para construirse un hogar. Desde entonces, el Departamento de la Vivienda le conmina a que siga esperando mientras, afirma, se destinan terrenos inmensos para las casas de funcionarios gubernamentales y militares de la región.


(Alexander Otero y su Familia. En su mano, la Constitución de la República de Cuba)

“Desde hace meses que Aliuska y yo hemos vivido como nómadas, alquilándonos una noche en un cuartucho y otra durmiendo en una Terminal de Ómnibus. Cuando nació nuestro hijo, solicitamos atención por parte de las autoridades, por nuestra situación (sin hogar y con un bebé), y lo único que hicieron fue vendernos estas planchas de fibro y siete bolsas de cemento, sin darnos autorización para construir en ningún lugar”.

Luego de salir del Hospital Materno, los tres habían seguido durmiendo a la intemperie.

“En parques, en terminales, en portales de casas. Hemos tocado a las puertas del Órgano de Vivienda, hemos ido a la sede del Partido, y todos, absolutamente todos, se han desinteresado de nuestro caso. Nos repetían que la ayuda –vendernos el fibro y las bolsas de cemento- había terminado ahí. Por eso ahora de aquí no nos mueven con vida”.


(Aliuska Noguer, y su pequeño recién nacido)

A las 9 de la noche, con una multitud considerable apoyándoles firmemente, ambos padres desafiaron a burócratas del Órgano de Vivienda, al Presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, y al puñado de funcionarios que se atrevieron a cruzar el cerco de vecinos con estos fines.

Las palabras de Alexander Otero fueron siempre las mismas: “Hasta que no pongan en mis manos un terreno donde poderle construir una casa a mi familia, de aquí no me sacan vivo, y los responsabilizo con la vida de mi hijo si intentan sacarme a la fuerza y el techo se nos viene abajo”.


(Otra vista frontal)

Quiero hacer patente lo más emocionante, lo que a las cuatro de la madrugada me tiene escribiendo como un poseso, todavía excitado por lo que pude presenciar: el irreductible apoyo de treinta, cincuenta personas vecinas del lugar, que no sólo les dieron sábanas, comida y bebida, sino que en un acto de valentía pública -jamás visto por mí en mi entorno- no vacilaron en denunciar a sus dirigentes corruptos, no vacilaron en respaldar con sus propios puños la decisión de aquel joven, y no se sintieron amordazados ni siquiera cuando el agazapado represor pretendió bloquear mi cámara fotográfica.

Creo que es hora de que yo mismo empiece a reconsiderar lo que hace apenas dos días publiqué en este mismo blog sobre el miedo ancestral de los cubanos.

“Basta de mentiras, de dirigentes ladrones. Basta de que la única vía de escapatoria en este país sea la emigración. Yo soy cubano y no me quiero ir de mi país”, fueron otras de las palabras de Otero Rodríguez. “No soy yo quien debe irse de este país: los que tienen que irse son los que provocan cosas como esta, injusticias como esta”.


(Interior del improvisado refugio)

Una de las opciones que los jóvenes padres debieron rechazar fue la de una ambulancia, enviada por las autoridades, para trasladar a la madre y al pequeño hasta un hospital.

“Mi hijo ahora no está enfermo. La enfermedad de mi hijo es que no tiene casa. El más enfermo soy yo mismo, que tengo una úlcera estomacal grandísima, y no pienso moverme de aquí.

También el Presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, Arturo Pérez Sánchez, se personó en el lugar, manifestando que “actos como este eran muy dañinos, eran los que tumbaban a la Revolución” y luego de pedirle a la población que se retirara para conversar a solas con Alexander Otero –petición desaprobada por las masas, e incumplida – se comprometió con éste a evaluar su caso en las primeras horas de la mañana.

“De todas formas, repitió Otero, sin un documento firmado no salgo de aquí. Demasiado bien conocemos las promesas falsas. Apenas yo salga me tumban esto, y a dormir en la calle otra vez”.

A partir de la mañana de este jueves 24 de diciembre, estoy seguro, la vida de este padre de familia, asfixiado por la ineficiencia, la indolencia, y la miseria a la que le han condenado, cambiará drásticamente en un sentido o en otro: recibirá, quizás, un lamentable sitio donde levantar “legalmente” esta misma covacha; o será expulsado de alguna forma de su trinchera, y recibirá penalización por su acto de rebeldía.

Creo que seguir de cerca este suceso, en lo adelante, será mi mejor manera de apretarle la mano a este bayamés valeroso, junto con tantos vecinos solidarios, y decirle que no está solo. Desde luego que no.

Friday, December 24, 2010

No podemos Cenar en Paz sin antes denunciar estos atropellos.




¿Qué pasa con los Once ?





¿Qué pasa con Reina Luisa Tamayo?



Y....¿Qué hacemos con  Eduardo Arocena ?





¿Y LOS VENEZOLANOS?






AHORA....

PODEMOS SENTARNOS EN PAZ......


LIBERTAD PARA CUBA Y VENEZUELA


FELIZ NAVIDAD


 Video cortesía de Joel Riveron


Thursday, December 23, 2010

HOY QUIERO...


rmangel

Angélica Mora

HOY QUIERO...


Hoy quiero,
juntar todo lo bueno
y dejar atrás lo malo...

Abrazar
a mis reales amigos,
hoy tan lejanos,
y decirles
cuanto los quiero.

Y a los nuevos amigos
abrir los brazos
para estrecharlos
y decirles al oído
gracias,
por estar conmigo.

Hoy quiero
pedir por los que sufren
injusta prisión
y en general por todos
los que están privados
de la libertad
por una u otra razón.

Por los enfermos
que sufren sus males
y por los viejos
que arrastran sus años
sin tener a nadie
que les tienda una mano

Por la niñez desvalida,
tan abusada,
por las mujeres
que deben soportar
malo tratos
y sentir la esperanza
tantas veces ida.

Por el que añora
su tierra
todos los ratos...

Los que miran el mar
como yo
y sueña
con olas lejanas
con encajes blancos
que forman
lejanos retratos.

Por mis seres queridos
tristemente ausentes
y por los hoy,
conmigo presentes.

Niño Dios,
déjanos esta Navidad
junto con tu Estrella,
a los malos y buenos,
incluso
de religiones extrañas,
tu lección más plena.

Que fue nacer
para dar tu Vida
por todos nosotros,
y todo comenzó
en una Nochebuena.

Wednesday, December 22, 2010

Los presos olvidados del castrismo

Pablo Alfonso 22 de diciembre de 2010 (Martí Noticias, 21/12/10)
En las cárceles cubanas sobreviven decenas de presos políticos cuyos nombres no resuenan en los medios internacionales de prensa, ni sus angustias encuentran eco en las campañas de las organizaciones internacionales que luchan a favor de los derechos humanos: son los presos olvidados del castrismo.

"Hay casi un centenar de casos documentados, de clara definición política, pero que están condenados con una liberalidad irracional, por una amplia gama de delitos que van desde terrorismo hasta piratería", afirmó a Martí Noticias, Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).
A diferencia de los 75 opositores encarcelados durante la Primavera Negra de 2003, que concitaron la atención internacional y de los cuales sólo quedan 11 en prisión a la espera de su prometida liberación, la mayoría de los prisioneros políticos cubanos son casi desconocidos.
"Todos están catalogados en la cárcel como presos CR, las siglas que los identifican como contrarrevolucionarios y por eso para nosotros son presos políticos", explicó Sánchez.
Martí Noticias ha logrado reunir suficiente información sobre algunos de estos prisioneros políticos para divulgar el drama de cada uno de ellos. Sin dudas es una información que puede ampliarse, en primer lugar, con la colaboración de los familiares de los propios presos y también de las organizaciones de la oposición y grupos de derechos humanos en la isla.
La CCDHRN publica dos veces al año una lista con los nombres de los presos políticos, que es utilizada como referencia por reconocidas organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rigths Watch, entre otras. La más reciente fue publicada en julio y la próxima, según Sánchez, será difundida en algunas semanas.
"Es una compilación muy sucinta, elaborada con datos obtenidos de una masa estimada de 80,000 presos de todo tipo recluidos en las 200 cárceles y centros penitenciarios que hay en Cuba, 50 de ellos de alta seguridad", asegura Sánchez. "Como dije están todos los CR, sin contar una especie de congelador o gaveta, que tienen la inicial CR en la prisión, una veintena de ellos sin juicio todavía y que eran simples emigrantes y no los pusimos en la lista de julio", añadió.


Alexis Ramírez Reyes, es quizás el caso más típico de estos presos políticos olvidados. Apenas existe información personal sobre él. Arrestado el 12 de agosto de 1999 y condenado a 18 años de cárcel acusado de sabotaje, por quemar unos campos de caña, Ramírez lleva ya once años en la Prisión Kilo 7 de Camagüey, una cárcel de alta seguridad.
Ramírez es un humilde trabajador agrícola que vivía con su familia en la casa marcada con el número 116 B del Batey Pino 1, perteneciente al Complejo Agro Industrial Haití en el municipio de Santa Cruz, provincia de Camagüey.


Armando Sosa Fortuna, tiene una historia distinta aunque igualmente oscura en lo que se refiere a sus datos personales.
Sosa y otros seis cubanos residentes en Estados Unidos pertenecientes a la organización anticastrista PUND desembarcaron en el pedraplén que une a la ciudad costera de Caibarién con el cayo Santa María, al norte de la provincia de Villa Clara.
Sosa, junto al resto del grupo, fue arrestado el 15 de octubre de 1994 y condenado a 30 años de cárcel bajo el cargo de "otros actos contra la Seguridad del Estado".
Durante los 16 años que lleva encarcelado ha transitado por varias cárceles de la isla. En la actualidad está internado en la Prisión Kilo 7 en la provincia de Camagüey. No tiene familia en Cuba y los datos más recientes indican que en esta última prisión era visitado por el matrimonio Meivis Mulen Díaz y su esposa Madelin Avila Cruz.
Las autoridades carcelarias le cancelaron esas visitas y le informaron que sólo su hermana Dalia, una anciana que vive en Estados Unidos, puede visitarlo.


Carlos Luis Díaz Fernández, tenía 24 años de edad cuando fue arrestado por intento de salida ilegal del país, el 5 de octubre de 1992. Por esa causa fue condenado a dos años de cárcel, que se han prolongado hasta nuestros días.
Ahora acumula una condena de 19 años que le han impuesto en la misma cárcel por diferentes cargos como desacato, desobediencia y evasión.
Los abusos y atropellos que le tocó ver en la Prisión Kilo 8 de Camagüey, considerada como una de las peores de la isla, radicalizaron su rechazo al régimen comunista y él mismo fue víctima del maltrato de los carceleros.
Díaz Fernández se solidarizó en numerosas ocasiones con los ayunos, las huelgas y las protestas de varios presos de conciencia del Grupo de los 75 - entre ellos Orlando Zapata Tamayo -, encarcelados en la misma prisión.
En marzo de 2007 se unió a una huelga de hambre protagonizada por los prisioneros Juan Carlos Herrera Acosta, Leoncio Rodríguez Ponce y José Daniel Ferrer García. Su pésimo estado de salud, deteriorado por una severa diabetes, le impidió continuar la huelga.
Un informe de la Coordinadora Nacional de Presos y Ex Presos Políticos cubanos, emitido en La Habana en febrero de 2010, explica que de acuerdo con información brindada por su mamá, María Julia Fernández, Díaz Fernández, se encuentra en la prisión de Guantánamo, donde permaneció un año aislado en una celda de castigo, luego de su traslado desde la Prisión Kilo 8 de Camagüey.
"Díaz Fernández está enfermo, desnutrido, con pérdida de peso sustancial, diabético y padece de dolores pre-cordiales", subraya el informe. Su familia reside en San Gregorio #552 esquina al 2 Norte, Guantánamo, provincia de Guantánamo, Código Postal 95100.
Martínoticias.com continuará con esta serie de reportajes para sacar a la luz quiénes son los presos olvidados del castrismo.



Monday, December 20, 2010

ATRÉVETE A SOÑAR


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Gentileza Ileana Curra

Por: Ninoska Pérez Castellón

Mientras asistía a una sesión de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, me impactó un afiche de Naciones Unidas que mostraba a un hombre que le gritaba a otro: `` ¡Refugiado, regresa a tu país!''. El hombre acosado respondía: `` ¡Si pudiera lo haría!''

El exilio es una de esas pocas experiencias que para entenderla, hay que vivirla. Es profunda desolación. Una fría neblina que nunca se va del todo. Tan traumático como arrancar una planta de raíz. Es una constante añoranza por todo lo perdido que se niega a desaparecer y la redención solo la encuentras al recordar.

Jorge Mas Canosa, el exiliado más prominente de su época, me confesó poco antes de morir que el exilio era ``el peor de los castigos''. A pesar de su influencia política y su triunfo económico, murió añorando la tierra que juró liberar.

Ser exiliado es sentirse frágil como una planta trasplantada. Es dejar atrás todo lo amado y sentirse siempre un extranjero. Es no saber si algún día regresaremos al hogar.

El 5 de junio de 1959, aterricé en una ciudad cuyo nombre no podía pronunciar: Ft. Lauderdale. Mi hermanita, mi prima y yo descendimos del avión vestidas como princesas, sin reconocer aún que no éramos más que refugiadas. América nos había dado la bienvenida y quedaba atrás la pesadilla en que se había convertido la vida para nuestra familia tras el triunfo de la revolución. Unos meses después recuerdo el miedo y el frío que sentí en una corte de inmigración durante una audiencia de deportación. Fue una de las pocas ocasiones en que el optimismo de mi madre quedó opacado por la preocupación que reflejaba el rostro de mi padre. Pero Estados Unidos no nos defraudó y recibimos el asilo político, evitando que fuéramos devueltos al infierno del que habíamos logrado escapar.

Los próximos años fueron difíciles. Niños cubanos llegaban a Estados Unidos sin sus padres, las noticias reportaban demasiados fusilamientos y fracasaba la invasión de Bahía de Cochinos donde lucharon mis tíos y hermanos. Uno de mis hermanos, con apenas 18 años, por poco muere asfixiado al ser encerrado en una rastra hermética. Hombres y mujeres abarrotaban las prisiones en Cuba, mientras que miles escapaban despojados de todo y estrenaban el exilio con la incertidumbre como compañera. Los trabajos eran escasos y era común ver a un médico o a un abogado limpiando pisos. En medio de aquel caos mi abuelo siempre repetía: ``Atrévanse a soñar''.

El ex congresista Joe Kennedy me contó cómo su abuela Rose Fitzgerald le mostró la sección de clasificados de un viejo diario de Boston y le señaló un anuncio que decía: Se busca un lavador de platos, los irlandeses no se molesten en aplicar. ``Recuerda siempre de dónde venimos'', le dijo. No fue diferente con nosotros los cubanos. Nunca lo hemos olvidado. Nos hemos reconocido en los rostros de quienes llegaron después en balsas o embarcaciones, desertando en algún remoto rincón del planeta o perdiendo la vida en el intento.

El exilio es una difícil, pero valiosa lección. El libro: The Exile Experience, A Journey to Freedom pone nuestra experiencia en perspectiva y se convierte en un importante testimonio para futuras generaciones. Mostrará a los americanos que vivimos agradecidos del país que nos dio tantas oportunidades. Una tierra que queremos tanto como la nuestra, pero que como refugiados que siempre seremos en lo más profundo de nuestras almas, jamás podremos olvidar de dónde venimos. Ayudará a despejar las perversas difamaciones del régimen cubano hacia una comunidad que ha sido más satanizada que ninguna otra.

La historia del exilio cubano es una de triunfos, pero detrás de cada una de esas historias figuran grandes sacrificios, mucho dolor y las amargas lágrimas de tercos cubanos que contuvieron su llanto y siguieron adelante a pesar que a veces la visión nublaba el camino.

Cada vez que he tenido el privilegio de ser una voz a favor de la libertad de mi pueblo, ya sea en la radio aquí en Miami o trasmitiendo hacia Cuba, hablándole a algún presidente o testificando ante el Congreso de Estados Unidos confrontando a quienes sirven de apologistas para la dictadura cubana, invariablemente escucho las palabras de mi abuelo: ``Atrévete a soñar''.

Hace un tiempo atrás, en la Casa Blanca como invitada del presidente de Estados Unidos para celebrar la Navidad, recordé aquella primera Nochebuena en este país, donde la tristeza fue tal que al sentarse la familia a la mesa, todos rompimos a llorar. Ahora cuando miro la foto de ese día junto al presidente George Bush, me digo a mi misma: no está mal para la niña refugiada que temblaba de miedo en una corte de inmigración.

No, aún no he olvidado. Jamás voy a olvidar.

Ninoska Pérez Castellón es directora ejecutiva del Consejo por la Libertad de Cuba y autora con Mirta Iglesias de Cuba mía, hablan tus hijos.