Wednesday, December 30, 2009

FIN DE AÑO EN UNA CELDA


(ARTÍCULO)
Por: Iliana Curra

Quizás las huellas que deja una prisión son imperecederas. De ella sales, pero siempre estás dentro. En los recuerdos. Nunca puedes olvidar, aunque te lo propongas. Sobre todo, cuando tanta gente sigue sufriendo en las mismas condiciones de siempre. Cuando no acaba el castigo para los que han quedado atrás. Para los que han ingresado después de tu salida.

Los días son difíciles en una celda de castigo. Los minutos se convierten en días cuando pasan con la lentitud del tiempo estancado, ese que no avanza aunque lo empujes con tu imaginación. Aunque te transportes lejos para verlo deslizarse a prisa.

Días y días que transcurren con la sádica demora de un espacio que llenas con simples repasos de lo que fue y lo que pudo ser. Situaciones que ya no cambiarán porque no puedes, y porque tampoco quieres. La vida te enseña que cuando haces algo, si estás conciente de ello, está bien hecho. No hay espacio para el arrepentimiento porque hiciste lo correcto, o lo que creías correcto.

Una celda oscura donde ni las manos te ves. El frío del cemento donde único puedes sentarte te recuerda la humedad que cala tus huesos para siempre. El ruido de insectos por doquier te hace pensar que estás en medio de una selva, pero de una selva tenebrosa y solitaria donde pudiera aparecer en algún momento una rata que merodea buscando qué comer. Ella también tiene hambre.

Es 31 de diciembre de 1994. Un año que termina de una manera espantosa y piensas que mañana será, quizás, un año diferente. Donde todo pudiera cambiar para bien, o para mal…

La guardia trae una bandeja que apenas puedes ver. Como alimento contiene algo de arroz y un hueso largo que tiene –si acaso- unos milímetros de una carne de ave. Dicen que es de oca, y que es una comida especial para las presas en este último día del año. El olor es insoportable e, irremediablemente, saco la bandeja por debajo de la reja. No puedo ni probarla. Mi estómago me pide a gritos, aunque sea, ese salcocho mal cocinado para sostenerse. Pero no puedo comer.

Entiendo que estoy muy débil y que debería esforzarme para sobrevivir. El frío es intenso. Mis manos congeladas se esconden en los bolsillos de un abrigo hecho de tela sin guata, confeccionado expresamente para las reclusas. Mis uñas no dejan de estar moradas todo el tiempo y me invade una soledad que nunca antes había sentido.

Pienso en mi familia. En mis visita suspendidas para aumentar el castigo. Pienso en los otros prisioneros políticos, que como yo, también están padeciendo lo mismo, y quizás hasta peor. Pienso en Cuba y en los millones de personas que esperan que el próximo año venga mejor. Que se acabe esa dictadura que los oprime. Pero yo estoy libre. No importa que esté en una celda húmeda, oscura y solitaria. Soy libre y eso nadie lo puede cambiar.

A lo lejos, escucho las voces de dos muchachas recluidas en ese destacamento. Un destacamento construido a lo lejos del penal, adonde nadie llega, para encerrar a presas infectadas con el virus del SIDA. Ellas también están solas, lejos de su familia y sin esperanzas de salir vivas de la cárcel. Siento sus risas y una alegría momentánea por algo que no comprendo. Me alegro por ellas, al menos ahora se sienten lejos de esa muerte que siempre las acecha.

Mis oídos, adaptados al menor de los ruidos, sienten pasos a lo lejos. Se acerca alguien, pero no son las botas de la guardia las que vienen hacia mi celda. Son pasos pequeños y suaves que se deslizan corriendo. Una risa traviesa llega a los barrotes de mi celda como el canto de un pájaro. Dos caras risueñas y llenas de emoción se paran a unos pocos metros, y cuando se sintieron seguras al verme en la sombra, sus manos traspasaron las rejas frías de una noche invernal para, con sus puños cerrados, entregarme unos pequeños pedacitos de chicharrones de puerco que les habían llevado para comer.

Es algo que jamás podré olvidar. No fue la comida que me llevaron. Fue la acción que tuvieron acordándose de mí cuando me encontraba en los momentos más difíciles que he vivido. Cuando la noche era más fría y la nostalgia te invade hasta la saciedad. Cuando te sientes más sola que nunca. Cuando casi dejas de creer en la humanidad de un mundo indiferente sumido en su propio egoísmo.

No puedo evitar recordar aquello. En mi mente están vívidas esas imágenes de dos muchachas que ya deben haber muerto hace tiempo. Que sufrieron más que yo el rigor de una prisión porque estaban enfermas. Que supieron compartir con alegría sus alimentos porque sabían que yo apenas probaba el salchocho que me entregaban.

Ellas hicieron algo que estaba prohibido, pero se arriesgaron al castigo para hacerme feliz, al menos, con algo que yo comería. Y así, corriendo, con la misma travesura con que llegaron, volvieron a sus galeras felices de haber compartido conmigo lo poco que tenían para ellas. Me dieron una tremenda lección de que la humanidad aún existía.

Y en ese momento, como Ana Frank escribiera en su Diario, creí en la bondad innata del hombre.

6 comments:

  1. Iliana:
    Eres una heroína como Sajarov y Solchenitzin. Me recuerda lo que leí en el libro 'Contra toda Esperanza' de Armando Valledares.

    Tú si que eres una Ana Frank, y no la arpía que tenemos en la Presidencia de la República de Chile. Ella quen vivió feliz en la ex RDA.

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  2. Ileana,
    Te deje un mensaje en tu blog y te lo reitero ahora: este tipo de vivencias es lo que el mundo tiene que conocer.
    Especialmente los liberales.
    Saludos

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  3. Hay muchas mujeres valiosas en el exilio político cubano. Mujeres de temple y coraje. Mujeres que han sido maltratadas y vejadas durante años de condenas. Ninguna ha flaqueado en su lucha y hasta el final seguirán batallando por recuperar los valores patrios.
    Mujeres de temple: ALBERTINA O'FARRILL , ANA LAZARA RODRIGUEZ. ESTRELLA RIESGO, MARIA VIDAL, MERCEDES CHIRINO , CARY ROQUE, POLITA GRAU; serán representadas en este testimonio de Iliana Curra.
    Y que sean ellas la inspiración por la lucha que aun nos queda por librar y que están librando dentro de la isla esclava. Estas mujeres de valor le entregan la antorcha a los que están sufriendo cárceles y vejaciones en la actualidad. A los bravos hombres que la padecieron y la siguen padeciendo. A esos fusilados que murieron gritando ¡Viva, Cristo Rey!

    Nuestro enemigo es uno solo.

    Vivan los hombres y mujeres que cada día han dado y siguen dando lo mejor por una Cuba Libre y soberana.

    Honrar, honra. José Martí

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  4. Por eso es tan importante, como reitero una y otra vez, que estas vivencias sean conocidas.
    Hay muchos que no saben que ls mujeres cubanas tambien han ido y van a la carcel en Cuba.
    Besos a todos y un feliz año Nuevo

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  5. Iliana.. todo mi respeto para ti y para todos los que han sufrido y SIGUEN sufriendo en las mazmorras castristas.

    Para los paises hermanos que padecen tambien de esta secuela , nuestro apoyo y reconocimientos a su presidio politico.

    Juntos podemos!

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  6. Gracias a todos por sus comentarios tan lindos. No creo que sea nada del otro mundo, simplemente hice y hago lo que me ha tocado en una etapa siniestra de una dictadura que todavía se impone por la fuerza y la represión. Todos podemos, así que seguiremos adelante hasta recobrar a Cuba y liberarla de su secuestro de ya 51 años. Dios quiera que este 2010 sea el final de esa sangrienta tiranía.
    un abrazo.

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