Ernesto Díaz Rodríguez es un poeta cubano, que vive en el exilio en Estados Unidos. Su último libro de poesía A Contra Viento acaba de salir publicado en Norteamérica. Pero además, Ernesto Díaz Rodríguez fue condenado en Cuba a 40 años de cárcel por declararse abiertamente en contra del castrismo.
Dentro de la cárcel devino Preso Plantado, que es el preso cubano que se niega a vestir la ropa carcelaria de preso común, y se planta en una férrea protesta mientras no se le reconozcan sus derechos de preso político.
Ernesto Díaz Rodríguez ha vivido toda su vida luchando por la libertad de Cuba, pero jamás ha abandonado a la poesía, ni ella a él. En los momentos más duros de su condena jamás renunció a la inspiración y mucho menos a la escritura.
Está felizmente casado con Alicia Pérez, hija de un expedicionario de Playa Girón a la cual conoció en New York en 1962, durante su primer exilio político, y a pesar de no tener ninguna comunicación entre ellos por más de 18 años, mantuvieron viva la llama del amor y desde su excarcelación en 1991 se casaron y constituyeron una hermosa familia. Desde hace 20 años residen en Ridgefield, Connecticut.
-¿Cuántos años pasaste en una cárcel en Cuba?
Fue un largo tiempo, probablemente demasiado tiempo para un ser humano que no ha cometido crímenes de ninguna índole y cuyo único delito ha sido luchar por la libertad y la felicidad de su pueblo oprimido. Exactamente fueron 22 años, 3 meses y 19 días los que pasé no en una sino en muchas cárceles de Cuba.
-¿Cómo eran tus condiciones de vida en la cárcel? ¿Cómo hacías materialmente para seguir escribiendo?
Las condiciones de vida eran totalmente inhumanas. Sometidos a largos periodos de incomunicaciones. Privados por muchos años de mantener contactos con nuestros familiares. Sin derecho a recibir visitas ni correspondencia alguna. Tampoco asistencia médica, de ninguna índole. Ni una simple aspirina.
Por épocas recibiendo brutales golpizas, sin ninguna razón, sin ningún sentido. No pocos de mis compañeros de prisión fueron asesinados. Hay una larga lista de ellos. Sus nombres están en mi libro Rehenes de Castro, que escribí clandestinamente en la cárcel de Boniato y logré hacerlo llegar al exterior también en forma clandestina. Allí nos mantuvieron durante varios años, en celdas tapiadas. Sellaron los barrotes con planchas de acero. Calabozos de castigo donde el calor era asfixiante. Apenas tenías espacio para moverte. Recostabas la espalda sobre una de las paredes y las piernas sobre la otra pared.
Nuestro universo era de menos de 4 metros cuadrados. Nos mantenían desnudos, sólo se nos permitía vestir un mugriento calzoncillos, porque ni de agua para lavarlo disponíamos durante largos períodos. En los calabozos pululaban las ratas. En las noches las cucarachas te caminaban por la cara, te comían los labios. Todo ese periodo de crueldades durante más de 7 años ininterrumpidos. Poco tiempo después de haber salido en libertad tuve la oportunidad de visitar Auschwitz, el tristemente célebre campo de concentración que instalaron los nazis en Polonia. Fue esta la ocasión cuando con más angustia recordé las tapiadas de Boniato.
Para mantenerme escribiendo me valía de todas las artimañas que un prisionero inventa. Conseguía que mis compañeros me pasaran cajetillas de cigarros vacías, donde muchas veces escribía mis poemas; hojas de papel fino que algunos de ellos habían logrado conservar escondidas, lápices y repuestos de bolígrafos. Todo esto a través de pequeños orificios que habíamos perforado en las paredes de las celdas.
-¿Quiénes son tus padres poéticos?
Tengo muchos padres poéticos: Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Rabindranath Tagore, Ángel Cuadra, que cumplió 15 años de prisión en las cárceles del régimen comunista de Cuba, de acuerdo a sus propias palabras por "negarse a poner a su poesía de rodillas". Y también tengo una madre poética: la inolvidable Gabriela Mistral.
-Eres una persona muy activa además en la lucha por los derechos humanos en Cuba.
Desde el año 1987 me incorporé al Comité Cubano pro Derechos Humanos, donde por mi labor, a pesar de encontrarme en prisión me asignaron uno de los cargos de vice-presidente. Con los años he llegado a descubrir que desde mi más temprana adolescencia era ya un ferviente defensor de los derechos humanos. Desde mi excarcelación he viajado a diversas partes del mundo, a más de 20 países, en función de dar a conocer, desde mi experiencia, el sufrimiento, las humillaciones y las espantosas miserias que durante más de 52 años les han sido impuestas al pueblo de Cuba. Pero también sufro las injusticias y los atropellos que padece todo ser humano en cualquier parte del mundo.
-Eres el secretario general de Alpha 66, del exilio una de las organizaciones más atacadas por el castrismo. ¿Puedes hablarme más de esa organización, podrías explicarle al público europeo de qué se trata?
Alpha 66 es una organización totalmente desvinculada de influencias externas ni de ayuda que no sea la que proviene de exiliados políticos cubanos, regularmente de las clases más pobres. Gente trabajadora, personas humildes en su posición económica, pero que aman a Cuba y anhelan, al igual que nosotros, su liberación y la reconstrucción que la salve de las ruinas del castrismo. Nada tenemos que ver con gobiernos ni con instituciones foráneas. Se trata de una organización de cubanos conscientes de su responsabilidad histórica, dispuestos a luchar por que Cuba sea libre. Eso sencillamente.
Soy uno de los fundadores de Alpha 66, una organización que fue fundada hace 50 años, en el afán de que el pueblo de Cuba pueda gozar de los mismos derechos y las mismas libertades que disfruta el pueblo francés. Y los pueblos de España, Alemania, Suecia, Bélgica, Italia y todas las naciones libres del mundo. Es un derecho que nos corresponde también a los cubanos: el derecho a la democracia, a la libertad de expresión, a la prosperidad, a que no se nos imponga de la manera que tenemos que pensar, a que no se nos exija vivir de rodillas. Sin el disfrute de esas libertades no hay paz en la conciencia del ser humano, ni puede haber felicidad. Eso es Alpha 66, ese conjunto de anhelos e ilusiones que tanto necesita alcanzar el pueblo de Cuba. Por eso luchamos. Todo lo demás es pura propaganda, distorsionadora de la realidad, instrumentada por el régimen comunista de Cuba.
Cierto es que durante algunos años utilizamos prácticas de acciones militares contra la tiranía castrista. Fue la experiencia que heredamos de la lucha de Fidel Castro contra la dictadura militar de Fulgencio Batista. Desde luego, excluyendo la utilización de acciones terroristas que el Movimiento 26 de Julio liderado por Castro, sí utilizó. Llegaron al poder a base de prácticas de lucha brutales, inhumanas, poniendo bombas en instalaciones civiles, en comercios, en teatros. Secuestrando a personas ajenas a la política, a deportistas, como fue el caso del famoso piloto de autos de carrera, el argentino Juan Manuel Fangio, en 1958. No, definitivamente el terrorismo no sólo no ha sido práctica de Alpha 66, ni un solo día, sino que lo condenamos, lo condenamos en todas sus manifestaciones, incluyendo el terrorismo de Estado que los hermanos Castro han venido utilizando durante más de 50 años contra el indefenso pueblo de Cuba, para imponerles su filosofía de odio y su política de obediencia irreflexiva.
-El castrismo ha dicho que Alpha 66 es una organización terrorista, resulta curioso que el castrismo, que se precia y se vanagloria de haber sido y de ser excelentes terroristas, se dedique a acusar a los exiliados de terroristas, ¿podrías añadir algo al respecto?
El régimen de La Habana puede decir lo que quiera. No sienten ninguna vergüenza en mentir. Tienen una poderosa maquinaria propagandística para crear en las mentes de quienes no han sufrido ni conocen la trágica realidad de esa Cuba atrapada en las redes del castrismo una idea distorsionada de sus adversarios políticos.
-¿Por qué te has decantado por la poesía habiendo podido escribir historias de la cárcel, en cualquier otra forma de género literario?
La poesía es la manifestación más sublime del pensamiento humano. Y está en todas partes: en las ramas de un árbol, en el canto de un pájaro, en las olas que bañan los arrecifes. Está en el viento, en el cielo, en el zureo de las tórtolas o el ladrido de un perro. Está en una lágrima y en la espontánea sonrisa de los niños. La poesía es eso y todo lo que nos salva y reconforta el espíritu. Las historias de la cárcel duelen, anudan el pecho y se van postergando para un después que se repite cada día. Pero te prometo que alguna otra obra testimonial vendrá, por ser de una necesidad vital de mi conciencia compartir esas experiencias del presidio político cubano. Sí, definitivamente llegará, tal vez con el alba de ese año nuevo que está pronto a empinarse por el horizonte.
La Editorial Review describe así la naturaleza de su obra literaria:
"Tiene esta obra literaria como primer ingrediente básico ese irradiante amor, que aún en las peores circunstancias es capaz de sublimizar un recuerdo, un anhelo, una ilusión. Como poeta y ser humano de aguda pupila, ha tenido el autor la oportunidad de ver más allá de ese universo diminuto y sombrío que le impuso el destino, lo maravilloso de otro mundo, vibrante de luz, que reconforta y agiganta el espíritu.
El segundo ingrediente que conforma este conjunto de poemas, son las propias adversidades que la fe y la poesía le ayudaron a vencer durante los más de 22 años de ensañada prisión que sufrió, paradójicamente, por defender su derecho, y el de su oprimido pueblo a vivir en libertad. Son los poemas que dan vida a este libro vigorosas palomas mensajeras, o simples gaviotas que vuelan en libertad contra la espiral del viento.
'Lo que suele ocurrir, es por lo regular lo mejor que pudo haber ocurrido', es una creencia filosófica muy bien arraigada en la cultura de las tribus de Pigmeos en el África Central. Esa misma filosofía ha sido práctica constante en la vida de Ernesto Díaz Rodríguez."
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