Victor Farias /
Especial para El Nuevo Herald
Santiago -- Estando
en Freiburg en marzo de 1971, les dije a mis compañeros de estudio indonesios
que deseaba irme a Chile con mi familia porque había terminado mis estudios de
doctorado. Ellos me advirtieron sorpresivamente: “No lo hagas. Acaban de elegir
a Allende y ése es un revolucionario. Todo va a terminar como en Yakarta.” No les
hicimos caso, pero ciertamente recordé su advertencia al ver en la televisión
el Palacio de Gobierno bombardeado y envuelto en llamas.
Vivíamos en
Valparaíso, sede de la Armada y otros amigos me recomendaron poner la radio a
las 5 de la mañana y esperar una señal: “Esculapio, Esculapio, Esculapio”. Era
la señal de que la Escuadra estaba retornando al puerto principal abriendo así
las compuertas a la intervención de las Fuerzas Armadas. A partir de eso, todo
funcionó como un reloj suizo. El país fue ocupado vertiginosamente y comenzaba
un proceso único en la historia de Chile.
¿Qué había
ocurrido? ¿Cómo era posible eso en nuestro país, siempre estable y culto,
respetuoso de las reglas de juego y siempre capaz de detenerse cuando las cosas
se acercaban al abismo?
Chile es la
cuarta democracia parlamentaria más antigua de la historia después de Estados
Unidos, Inglaterra y Francia. En el siglo XIX, la sociedad chilena logró
construir un “Estado en forma”, bajo la inspiración de Diego Portales, con
instituciones sólidas pero sin conseguir su articulación real al mercado
mundial y limitándose a ser exportador de materias primas.
Con ello
surgió una situación política y social expuesta al extremismo político, al
resentimiento social, la violencia y a la utopía marxista más agresiva.
El Partido
Comunista (PC, iniciado con otro nombre a comienzos del siglo XX) se articuló
desde un inicio al imperio soviético y su Cominform, obedeciendo con la más
estricta observancia las indicaciones y órdenes estratégicas y tácticas de
Moscú. Todos sus Secretarios Generales viajaban continuamente a la Unión
Soviética de Stalin y recibieron permanente y abundante apoyo financiero.
Stalin mismo
llevó a cabo personalmente purgas internas importantes para el control total de
la sede chilena. Formaron desde un inicio “aparatos de seguridad militarizados”
y manteniendo siempre una parte importante de sus militantes en la
clandestinidad permanente. El Partido Comunista chileno, para la Unión
Soviética, fue desde siempre el más relevante del movimiento comunista
latinoamericano.
El Partido
Socialista, por su parte, se formó en los años 30, ha sido siempre un
conglomerado muy anárquico y su evolución histórica es más que incierta.
Salvador Allende mismo, por ejemplo, escribió en su juventud textos
extremadamente antisemitas y homofóbicos y luego, en 1939, como ministro de
Salubridad del gobierno del Frente Popular, propuso una política eugenésica
para mantener “la salud racial” que contemplaba la esterilización forzosa de
todos los enfermos mentales que copiaba los decretos iniciales de Hitler al
respecto ( Antisemitismo y Eutanasia, Santiago 2003).
CAOS
IDEOLOGICO
El Partido
Socialista ofreció también (a cambio de coimas) trato comercial preferente a la
Alemania nazi e incluso le cesión de territorios en islas del sur para bases de
submarinos nazis. Por otro lado, grupos “pequeñoburgueses” socialistas se
identificaron con el ultrismo anarquista y el trotskismo más radical,
inaceptable para los comunistas prosoviéticos.
Más tarde se
iban a unir orgánicamente con el gobierno comunista cubano y su política
revolucionaria creando contradicciones con el PC prosoviético. Este conflicto
continuó hasta la era allendista.
Por un lado,
Salvador Allende, incapaz de imponer una línea a su partido, fraccionado
tribalmente, fue ungido por Ernesto “Che” Guevara como el líder de la OLAS,
organismo tutelar de la guerrilla latinoamericana. Al mismo tiempo Allende
siempre proclamaba a la Unión Soviética como “la hermana mayor de la revolución
chilena”.
Allende
también era masón y socialdemócrata, completando con ello el caos ideológico.
La
“Revolución de la empanada y el vino tinto” carecía asi por completo de
conducción y doctrina. Su vínculo con Guevara (al menos hacia afuera) era
cordial. Al dedicarle un regalo, Guevara escribió: “A Salvador Allende, que
busca lo mismo que yo por otros medios”, legitimando la utopía de una
revolución marxista sin revolución violenta.
Se sabe, por
otro lado del profundo desprecio que Castro y Guevara sentían por quien
consideraban como un burgués incapaz de conducir y realizar una verdadera
revolución. Proclamando —hacia fuera— la idea de proceder de acuerdo con la
ley, tanto el PC como el PS siempre mantuvieron la política de preparación de
la insurrección armada. Al comienzo de un modo más o menos artesanal y como
para recibir el apoyo de Stalin primero y Castro después, y también a fin de
tener sus aparatos de seguridad personalizados.
En un
documento-informe confidencial que encontré en los archivos de la Alemania
comunista, se refleja lo que realmente se pensaba de Allende en el entorno de
los países europeos comunistas. “Es el más derechista de los camaradas, sólo
actúa por vanidad personal y posee enormes capitales en grandes empresas
chilenas”. ( Allende: el fin de un mito Santiago 2004).
CUBA
PROMUEVE EL EXTREMISMO
Se entiende
así que los cubanos promovieran intensamente desde un inicio el surgimiento de
un movimiento extremista, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que
desde los años sesenta intentó construir el Partido a partir del “foco
guerrillero” guevarista que, efectuando “expropiaciones” y militarizando grupos
de campesinos, debía instituir el partido realmente revolucionario.
A diferencia
del PC prosoviético ellos no creían posible conquistar el gobierno por medios
pacíficos y tampoco en una revolución democrática antiimperialista como etapa
anterior a la revolución socialista con su dictadura del proletariado. Ellos no
creían en la existencia de una burguesía “nacional” con la que pudiera
realizarse una alianza porque ella ya era un aliado incondicional del
“imperialismo”. La verdadera revolución incluía la inmediata construcción del
socialismo.
Parte
importante del Partido Socialista, ante la indecisión de Allende, se sumó a
estas posiciones ultristas del MIR. El PC, por su parte, nunca fue capaz de
imponerse a estos grupos y por todo ello se podía predecir desde el comienzo
del gobierno allendista que lo único que podía resultar era el caos, la
desarticulación anárquica del edificio social, político y económico de Chile.
El resultado
electoral que le permitió a Allende asumir el gobierno fue muy escaso, poco más
de un 30 por ciento, y con ello era obvio que la base social para cambios tan
radicales era más que insuficiente y el voluntarismo de realizarlos a toda
costa era absolutamente irresponsable.
LOS ERRORES
DE FREI
La época
anterior a la toma allendista del gobierno se caracterizó por las condiciones
en que la dejó el gobierno democratacristiano de Eduardo Frei Montalva
(1964-1970). Fue un régimen cristiano-populista que con propuestas políticas y
económicas mal pensadas y en gran parte demagógicas, solo supo estimular el
odio de clases y el resentimiento en vastas masas, particularmente campesinas.
Una reforma
agraria precipitada y que buscaba imitar al comunismo aceleró la
sindicalización campesina bajo un manto de cristianismo “distributivo”, a la
vez que requisó propiedades agrarias en plena producción propagando entre los
asalariados la convicción de que “el capital es despojo” y que la solución
verdadera era el “comunitarismo” proteccionista del Estado.
Sin la
capacidad y consecuencia del orden económico marxista, sin quebrar la economía
de mercado, Frei condujo el país a la bancarrota. La deuda externa creció
enormemente y la producción se redujo a límites intolerables. Todo ello
fortaleció en vastos sectores de la población la creencia de que la verdadera
solución a los graves problemas económicos y sociales solo era posible mediante
una radical transformación del país.
Frei desafió
públicamente a Fidel Castro para explicarles a los cubanos las ventajas de lo
que Frei llamaba “La Revolución en Libertad”. Pero se llevó la gran sorpresa al
escuchar que Castro aceptaba el desafío, con la condición de que Frei le
permitiera viajar a Chile y decirles a los chilenos qué era una revolución y
qué es lo que estaba ocurriendo en Cuba.
Como en
otras ocasiones, Frei perdió el habla y nunca más habló del tema.
Y para los
populistas cristianos no terminó ahí la cosa: prácticamente toda la Juventud
Democratacristiana abandonó al partido y formó el Movimiento de Acción Popular
Unitaria (MAPU), partido declaradamente marxista-leninista, que había de
convertirse en una de las agrupaciones que sobrepasaban a la Unidad Popular e
hicieron imposible construir una línea estratégica coherente.
En las
elecciones de 1970, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) presentó a un
candidato propio, Radomiro Tomic, que obtuvo apenas alrededor del 20 por ciento
de los votos, pero logró dejar en minoría a las fuerzas democráticas. “Cuando
se gana con la Derecha, es la Derecha la que gana”, proclamaba
histriónicamente. Nunca se preguntó qué podía pasar si se ganaba con la
izquierda, tal vez porque estaba convencido que su “comunitarismo” era
realmente de izquierda.
EL
RECONOCIMIENTO DEL PDC
Al conocerse
el triunfo de Allende, Tomic —hijo de minero, pero arribado al patriciado— fue
el primero en reconocerlo y abrazarlo públicamente. Con ello adelantaba la
decisión de confirmar la elección en el necesario trámite de la aprobación por
el Parlamento. Frei, vacilante, aceptó y el pueblo comenzó a llamarlo “El
Kerensky chileno”, el que anunciaba el camino a Lenin.
El PDC
chileno es un partido sin identidad doctrinaria. En su primera época se
llamaron Falange Nacional como la de Primo de Rivera, el fascista español, y la
denominación de entonces y su escudo de flecha con segmentos cortados la
conservan hasta hoy. En un inicio sus líderes, Frei y Manuel Antonio Garretón,
visitaron a Primo de Rivera, a los fascistas franceses e italianos (incluyendo
a la Sede Fascista de Mussolini). Terminó la guerra y los camaleones se
convencieron de “la urgente necesidad que los cristianos se ocuparan
solidariamente de los países comunistas”. Frei llegó a proclamar, entonces, que
“lo único peor que el comunismo es el anticomunismo”.
En el
Senado, hacia los años sesenta un senador del PDC rindió un emotivo homenaje
“al gran líder de los pueblos soviéticos, Vladimir Illich Lenin”. En los
momentos en que Frei y su Democracia Cristiana (DC) apoyaron tras la elección
de 1970 el ingreso de los comunistas al poder, el traicionado ideólogo del
Humanismo Cristiano, Jacques Maritain, le hizo llegar una nota muy dura: “Los
cristianos han sido puestos por Dios en el mundo para ser valientes, se necesita
para eso la fe y la fuerza de una Juana de Arco...” ( La muerte del Camaleón.
La disolución de la DC chilena. Eduardo Frei M y Jacques Maritain Santiago
2006).
Por su parte
en la etapa inmediatamente anterior a la victoria electoral, el conglomerado
pluriclasista de la Unidad Popular también tuvo enormes problemas para formular
su Programa Básico. Decenas de interminables reuniones para terminar con un
documento que debía dejar satisfecho a todos, esto es, a nadie. Ese programa es
una mezcla informe de socialdemocracia, comunismo marxista-leninista,
guevarismo, espontaneismo y anarquismo. Por eso es que cuando más adelante se
plantearon situaciones que exigían una claridad y coherencia estratégica y
táctica, la Unidad Popular careció siempre de lo más esencial: una identidad
política real.
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APUNTES DE UNA CHILENA:
CHILE: DOLOROSAS HERIDAS Y DIFÍCIL RECONCILIACIÓN
Angélica Mora
Apuntes de una periodista
Frankfort, Alemania
¡Qué dificil se hace escribir como chilena sobre algo tan doloroso como lo fue el período de la Historia de mi país que se inició con Salvador Allende, siguió con el golpe militar y luego culminó con la dictadura de Augusto Pinochet!
Pero, luego vino otro período que trajo el Plebiscito y la transición hacia la democracia.
Han pasado 40 años desde el Golpe dado por los militares de mi patria.
Han desfilado, desde ese entonces, 5 presidentes, luego del referendum del SI o NO, que en base a una consulta popular, sometía a votación la continuación o no de Pinochet en el poder.
Triunfó el NO.
Como decía, vinieron las elecciones libres y fue elegido Patricio Aylwin como primer presidente del período conocido como Transición, donde se restauró el órden democrático.
Su sucesor fue Eduardo Frei Ruiz-Tagle quien asumió la presidencia en 1994.
Le siguió Ricardo Lagos en el 2000 como el tercer presidente de la llamada Concertación de Partidos por la Democracia.
La socialista Michelle Bachelet fue electa presidenta en el 2006.
En el 2010 asumió la Presidencia Sebastián Piñera.
El gobierno de Salvador Allende estuvo marcado por la influencia del gobierno castrista de Cuba en los asuntos internos de Chile y por la lucha de millones de hacer frente a la amenaza de la instauración del comunismo en el territorio nacional.
Mi rechazo siempre fue firme frente la violencia y los cruentos hechos que se llevaron a cabo en mi pais a partir del 11 de septiembre de 1973.
El Golpe fue necesario, pero no la sangre que se derramó ni las violaciones a los derechos humanos.
Las heridas de mi pueblo fueron muchas y hoy es necesario, más que nunca, emplear la Justicia, para encontrar una forma de reconciliación de todos los chilenos.
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