FELIZ CUMPLEAÑOS, COMANDANTE HUBER MATOS
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Gabriel Matos shared a link via Cuba
Independiente y Democrática.
Nació el 26 de noviembre de 1918 en
el pueblo de Yara. Se graduó de maestro en Santiago de Cuba y alcanzó un
doctorado en pedagogía en la Universidad de la Habana. Su primer trabajo como
educador fue en las estribaciones de la Sierra Maestra y luego en el caserío de Pozo Prieto en la costa norte
de Oriente. Fue profesor en la Escuela Normal para maestros de Manzanillo y
vicepresidente del Ejecutivo Nacional del Colegio de Maestros de Cuba...
Cuba Independiente y Democrática:
Huber Matos cumple hoy 95 años de edad
ARTÍCULO ESPECIAL EN EL
THINK-TANK DE CUBANÁLISIS
HUBER MATOS
Roberto Luque Escalona
FRAGMENTOS:
"Húber Matos, que llegaba a la
Sierra Maestra con un año de retraso, quería pelear. Almeida no se mostró
dispuesto a acompañarlo en la pelea, pero tampoco le puso obstáculos. Y allá
fue Matos, acabado de llegar, sin experiencia ni entrenamiento, a batirse
con el coronel Ángel Sánchez Mosquera. “Échaselo al tigre”, parece
haberle dicho Fidel Castro a Juan Almeida, pues nadie de la guerrilla castrista
había chocado con Sánchez Mosquera sin que el choque terminase en huida.
Increíblemente, el maestro de escuela devenido en guerrillero se enfrentó con
relativo éxito al temido y temible coronel."
"Nunca se sabría el balance
final del enfrentamiento entre aquellos dos hombres. Húber Matos llegó en abril
a la Sierra Maestra y en agosto una bala alcanzó en la cabeza a SánchezMosquera y puso fin a su vida útil. Moriría en Miami, olvidado, medio siglo
después."
Para Camagüey se va Húber Matos. Lleva órdenes de
fusilar esbirros batistianos. Órdenes que cumplió. Pocos fueron los ejecutados
en comparación con las masacres perpetradas por el Che Guevara en La Habana y
Raúl Castro en Santiago de Cuba, pero el número no exime de responsabilidad.
Esos fusilamientos fueron la única culpa importante en la vida de Húber Matos,
agravada por el hecho de que nunca ha mostrado arrepentimiento por ella. Alega
que, bajo su mando en Camagüey, no se fusiló a ningún inocente. Seguramente es
cierto, pero si esos fusilamientos, todos, son una mancha en nuestra historia
no es porque fueran inocentes los fusilados, sino porque, en el Código Penal
vigente en Cuba entonces sólo se podía aplicar la pena de muerte a espías, y
eso en tiempos de guerra. Los cubanos mostraron su desprecio por la ley al
aceptar… ¡Qué digo aceptar! Al aplaudir que se aplicase un castigo no
establecido por la legislación vigente en el país. La llamada Ley de la Sierra
Maestra, en base a la cual se aplicó la condena de muerte, valía lo que un
cagajón de mulo en un trillo serrano, que solamente sirve para ensuciarle los
zapatos al que por el trillo camine. ¿Acaso un grupo de hombres tienen
derecho a dictar leyes sólo por estar armados? “La Revolución genera derecho”,
me dijo un día Húber Matos. He ahí un concepto profundamente enraizado en
mentalidad de los cubanos. No sólo en la del comandante Matos.
Si queremos ser amables, y yo intento serlo, a esa
manifestación de desprecio por la ley se le puede llamar “cubanía”. Los
cubanos son así. Si lo dudan, busquen en la prensa de la época, que todavía era
libre, expresiones de condena a los fusilamientos. Las encontrará en el Diario
de la Marina, pero se referían a la falta garantías en los juicios contra los
batistianos. Claro que no las había, claro que hasta los jerarcas nazis fueron
juzgados con todas las de la ley; sin embargo, ese no era el asunto. No se
trataba de los procedimientos judiciales, sino de que, con garantías o sin
ellas, era ilegal condenar a muerte a alguien en un país cuyo código penal no
incluía dicha pena.
En fin, que casi todo el mundo aprobó aquellas
muertes, que quienes las desaprobaron pasaron por alto la falla fundamental y
que aquellos que no estuvieron de acuerdo y comprendieron la ilegalidad de
aquellas condenas, callaron. Como yo, que ni siquiera expresé mi repulsa en
conversaciones privadas, a pesar de estar en el extranjero, fuera del alcance
de la naciente represión. Y es que los fusilados eran esbirros, asesinos,
torturadores; en fin, hombres malos. Más de 30 años después dije, por boca de
un personaje de mi primera novela: “La maldad no anula la condición humana. A
cualquier hombre, sólo por serlo, le corresponden ciertos derechos”. Para
entonces, ya había hecho mía una expresión americana: “All suspects are
innocent until proven guilty in a Court of Law”. Todos los sospechosos
son inocentes hasta que se pruebe su culpabilidad en una Corte de Justicia”.
Todos. Los buenos y los malos. Los que cometieron crímenes y los acusados de
cometerlos sin haberlos cometido. Los jerarcas nazis tuvieron un juicio con
todas las de la ley."
Más le hubiera valido al comandante Húber Matos
oponerse a los fusilamientos. De todos modos, su permanencia en el gobierno
revolucionario estaba condenada a una vida breve. Apenas nueve meses y unos
días después de entrar en La Habana renunció a su cargo. No se rebeló;
simplemente renunció. Más le hubiera valido rebelarse. Cuando se enfrentan dos
hombres destinados por sus respectivas naturalezas a ser enemigos, el que mejor
conozca a su adversario juega con ventaja. Fidel Castro sabía lo peligroso que
era Húber Matos. Húber ignoraba lo perverso que era Fidel. Todos lo ignoraban.
Yo también. Pero el que se enfrentaba a la fiera era él, no yo.
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