Según nota de www.cubaexilio.net
***La mayoría del cubano de Miami en los 1957-59 , simpatizaba con Fidel Castro y su revolución. Uno de los lugares más frecuentados por los fidelistas era el restaurante Paula que estaba en la Segunda Avenida del N.E. cerca de la Iglesia de Gesu y del antiguo Correo Central; allí se exhibía colgada de una vitrina exterior una gigantesca bandera roja y negra del Movimiento 26 de Julio.***
LOS REVOLUCIONARIOS DE AIRE ACONDICIONADO
Tomado de Márquez-Sterling, Carlos. Historia de Cuba desde Cristóbal Colón a Fidel Castro. New York, 1969. :
***A estos se les llamaba los revolucionarios de "aire acondicionado" que se habían pasado cinco años torpedeando todas las soluciones pacificas electorales y lanzando contra los proponents de la solución pacífica un verdadero alud de insultos y calumnias, sentían una creciente aprensión de que al acercarse las elecciones nacionales de 1958, en las que Batista no era candidato, se produjera la solución nacional electoral sin lograr lo que ellos tanto querían que era: "Castigar a Batista." "Hay que castigar a Batista" había sido otro de sus lemas favoritos y aquél que no abogara por esa solución se le tildaba de vendido al régimen.
En segundo lugar, y volviendo a la frase "Mejor que Batista Cualquiera," la palabra "cualquiera" delataba que para estos revolucionarios ya no importaba quien fuera el que derribara a Batista siempre y cuando, claro está, y esto hay que destacarlo con verdadero énfasis, ese "cualquiera" no proviniera de la cantera pacifista-electoral. Como los políticos pacifistas no contemplaban nada de castigos o revanchas, por estimar que por encima de puniciones, como afirmaba Márquez-Sterling, estaban los intereses comunes de la nación, y de que había que regresar cuanto antes al gobierno constitucional, los pacifistas quedaban de esta forma, ipso-facto, tachados y eliminados en la mente de los "revolucionarios de aire acondicionado."
Concientes de que Castro les estaba suplantando en la lideratura del campo revolucionario y de que se podía producir en 1958 un compromiso nacional por medio de unas elecciones, los "refrigerados" decidieron reunirse en Miami, en noviembre de 1957, y fundar una "Junta de Liberación" la cual para dar la impresión de verdadera unidad revolucionaria también incluía a los delegados castristas del Movimiento del 26 de Julio, nombrados por Castro para representarlo. De alguna forma los refrigerados tenían que unirse o montarse en el carro de la Sierra Maestra. [Es necesario apuntar aquí que muchísimos de estos refrigerados con frecuencia viajaban de Miami a Cuba sin que el régimen "asesino" los arrestara o interrumpiera los emolumentos o salarios que devengaban de cargos públicos. Muy pocos de ellos, ninguno, se vieron obligados a limpiar pisos o a recoger tomates en las tomateras de la Florida.
Una vez lanzada, la flamante "Junta" acordó varias altisonantes mociones y por unanimidad eligieron presidente provisional de Cuba, a la caída de Batista, al respetado economista Felipe Pazos. Al recibir Castro en la Sierra Maestra la comunicación de los acuerdos de la "Junta," montó en una de sus habituales cóleras. Sin perder tiempo alguno Castro disparó a Miami una carta dirigida a la "Junta" en diciembre 14, de 1957. En la misma desautorizaba lo que sus propios delegados habían firmando y categoricamente rechazaba la creación de una junta militar como sucesora de Batista, como la "Junta" también había acordado. Con su acostumbrada arrogancia Castro afirmó que entre la "Junta" y él no existian ningunas obligaciones mutuas, y que era la prerogativa exclusiva del "Movimiento 26 de Julio," a la caída de Batista, el mantenimiento del orden público y la reorganización de las fuerzas armadas. Y que respecto al anuncio de la designación de un presidente provisional ya él había designado el suyo, Manuel Urrutia.
La carta de Castro cayó como una bomba de profundidad en Miami. El mensaje era en realidad de "lo toman o lo dejan." Simplemente un terminante "diktat" al estilo de los de Hitler. Rechazados así tajantemente por Castro los miembros de la "Junta" quedaban frente a una encrucijada con dos caminos o alternativas: La primera, si eran sinceros con ellos mismos, y especialmente con el pueblo de Cuba, era la de rechazar lo que descarnadamente constituía una imposición arbitraria de Castro, y como tal denunciarla sin ambages algunos ante la opinión pública cubana. Castro, de hecho, había destituido a su presidente, y sin consulta previa y arbitrariamente, impuesto el suyo.
La segunda alternativa de la "Junta," en presencia de la artimaña de Castro, era la de suspender o retirar su apoyo a su movimiento, y si bien no aceptar integrarse en la solucion electoral en un frente cívico nacional, como los electoralistas con Márquez-Sterling al frente, les pedían que hicieran, sí al menos suspender hasta el resultado final de las elecciones señaladas para 1958, su campaña de calumnias y ataques verbales fulminantes que ellos rutinariamente les lanzaban por la prensa y por todos los medios de comunicación nacionales.
Desgraciadamente para Cuba los revolucionarios de la "Junta" bajaron la cerviz y sin hacer la más mínima protesta pública se sometieron al "dicktat" del que ya surgía como el nuevo dictador de Cuba porque para ellos el fin era derribar a Batista por encima de todo, como bien se colige candidamente de la narración de los hechos por Angel Pérez Vidal en su historia de la revolución. Al aceptar la "Junta" que el 26 de Julio era el que se arrogaba la exclusiva función de preservar el orden público y de reorganizar las fuerzas armadas a la caída de Batista, la "Junta" había asentido a la formación de las futuras milicias y a la disolución del ejercito nacional. Esto de hecho habría de poner el país en manos de una canalla comunista como así sucedió en 1959. También la "Junta" había asentido tacitamente al desmantelamiento de todas las instituciones democráticas de la república. La designacion de dedo de Urrutia como presidente, un hombre desconocido y sin arraigo alguno en el pueblo de Cuba, significaba que se ponía en manos de Castro y el "26 de Julio" el futuro control de las funciones de los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales. Y por supuesto también los miembros de la "Junta refrigerada" aceptaban y ponían a disposición de Castro sus fuerzas propagandistas y su maquinaria dentro de Cuba para que hostigaran de manera brutal a los pacifistas, y rechazaran las elecciones generales señaladas para 1958.
De hecho, en términos políticos la "Junta de Liberación" se había ungido al yugo del futuro tirano de Cuba ese 14 de diciembre de 1957. Cuba, de ahora en adelante, tenía dos dictadores: uno caduco y en el umbral de su salida, y el otro joven y lleno de energía y a las puertas de su triunfo. La actitud de la "Junta" y su sumisión a la lideratura de Castro provocó en Márquez-Sterling una declaración profética: "Que en la Sierra se estaba incubando una tenebrosa tirania." No fueron muchos los que en aquel momento comprendieron o quisieron comprender esta clarinada.
Años más tarde, en el exilio bajo el régimen de Castro muchos de los miembros de la "Junta" así como del 26 de Julio, trataron y tratan de evadir su responsabilidad histórica alegando la tullida explicación de que ellos habían sido engañados por Castro. Nada más lejos de la verdad. Nadie fue engañado. Quizás si alguien fue engañado fue el pueblo de Cuba, no los políticos "refrigerados. " ni los miembros del "26 de Julio." Aquellos miembros de la "Junta" de Miami sabían perfectamente bien quien era Fidel Castro, y cual era su "modus operandi," sus mentiras, sus "zancadillas" e imposiciones como bien dice Pérez Vidal, y su pasado gansteril universitario donde hasta existían sombras de estar ligado al comunismo internacional. Resultó entonces que sabiendo todo esto continuaron, sin embargo, ayudándolo y no lo denunciaron ante a la opinión pública que Castro era un hombre de muchas caras y que no era trigo limpio. Muy al contrario, se lo presentaron al pueblo de Cuba como José Martí redivivo. Y no lo hicieron así porque en realidad para muchos de ellos ya habían encontrado a su "cualquiera," para sustituir a Batista. La duplicidad de lo que estos revolucionarios sabían en privado, pero que no denunciaban en publico, fue nada mas ni nada menos que una aceptación del principio de "que el fin justifica los medios." El fin, derribar al odiado Batista por la fuerza, por "cualquiera que fuera," justificaba seguir apoyando y somentiendose a la alcantarilla de Cuba. ¿No sabían estos hombres que cuando se escoge guiar su conducta por ese principio siempre se termina con los medios en el trono y con el fin en el cadalso?
Al llegar el año 1958 Fidel Castro ya en poder de la oposicion "revolucionaria refrigerada" que se le había sometido unos meses antes, se sintió lo suficientemente fuerte para llamar a la huelga general a los trabajadores cubanos el día 9 de abril. Como se sabe la huelga fue un verdadero fracaso poniendo de manifiesto que su movimiento estaba aun muy lejos de haber calado en muchas de las clases populares del país. Al mismo tiempo el proceso electoral continuaba su reorganización y Batista había solemne y publicamente prometido a la nación que las elecciones nacionales iban a ser honradas. Y como la reorganización de los partidos politicos de la oposición iba desarrollándose honradamente el país empezó a contemplarlas como una solución para salir de Batista sin caer en el salto a la oscuridad abrazados a "cualquiera," a Castro y su movimiento. Este era precisamente otro momento propicio para aquellos "revolucionarios de aire acondicionado" que habían visto y aceptado la imposición arbitraria de Castro en diciembre del 57, para que se separaran de su movimiento y, una vez más, si no querían participar en el proceso electoral, al menos adoptaran una posición neutral.
Pero una vez más no hicieron nada de esto. Al contrario, en julio de 1958 se congregaron todos en Caracas, Venezuela, para ratificar lo aceptado en Miami, en diciembre de 1957. O sea, para ratificar y remachar su sumisión a la lideratura de Castro en un documento llamado el "Pacto de Caracas." Por esta fecha ya era bien sabido que los Castros habían llegado a acuerdos con el partido comunista. Uno de sus más prominentes líderes, Carlos Rafael Rodríguez, había viajado a la Sierra Cristal para entregarle a Raúl Castro la respetable suma de ochocientos mil dolares a nombre del Partido Comunista. Por esta fecha también se sabia que en la Sierra Cristal estaban operando varios contigentes de comunistas, que se había introducido en la Sierra Maestra literatura comunista, incluyendo "El Capital" de Carlos Marx, para indoctrinar a los campesinos que se habían unido a las guerrillas, y que desde 1957 Castro, personalmente, había aprobado la entrada en las Sierras de un grupo de comunistas de alta jerarquía.
Frente a todo ésto ya era claro que Castro y los comunistas se habían metido juntos en la cama. A su regreso de la Sierra, Carlos Rafael Rodríguez informó a los miembros de la "Junta" que Castro "deseaba" que ellos oficialmente incluyeran a los comunistas como miembros permanentes. Si bien es verdad que los miembros de la "Junta" rechazaron los "deseos" de Castro, el hecho de que Rodríguez le había entregado esa sólida cantidad de dinero a Castro, y de que este "deseaba" que se incluyeran a los comunistas en la "Junta" debió haber alertado a los "revolucionarios refrigerados" que su "máximo lider" no estaba claro y que algo se estaba cocinando detras de las bambalinas.
Muchos de los "revolucionarios refrigerados" habían participado en las reuniones del "Pacto de Montreal" en Canada, en 1953, y habían sido testigos de la apasionada demanda de Castro de que los comunistas fueran aceptados como participes del "Pacto." En aquel entonces todos ellos se negaron a esta demanda. Era, por lo tanto, la segunda vez que Castro había abogado por los comunistas y su partido, cosa que unido a lo que estaba pasando en la Sierra, antes de haber ratificado el acuerdo de Caracas debió haber provocado entre los "revolucionarios refrigerados" la demanda de que Castro diera una explicación diafana de lo que pasaba con los comunistas en la Sierra, y el por qué de esa suma de dólares. Era lo menos que debieron haber hecho.
Pero no lo hicieron. No era el momento para plantearle a su "cualquiera" esta cuestión. Al revés. Ratificaron su sumisión a lo que en realidad ya no era su línea revolucionaria, sino la de Castro y se ajustaron más apretadamente el yugo de un movimiento del cual ya habían perdido su control. Y antes de que se hubiera secado la tinta en el acuerdo de Caracas, se lanzaron a reanudar sus esfuerzos por sabotear y evitar la celebración de elecciones en 1958, lo que era ni más ni menos que hacerle el juego a los designios del nuevo tirano de Cuba: Castro. Al mismo tiempo el Dr. Jose Miró Cardona fue comisionado para que viajara a Washington e informara al Departamento de Estado que ellos, o sea el "Pacto" no aceptarían jamás a ninguno de los candidatos presidenciales en una elección que se iba a realizar bajo un régimen tiránico, y que también no aceptarían de ninguna forma el resultado de las elecciones de noviembre, "aun cuando estas fueran honradas."
De más esta decir que esta declaración de los ratificantes del "Pacto de Caracas" era una respuesta a las incesantes llamadas e invitaciones de Carlos Márquez-Sterling para que ellos se unieran en un frente cívico nacional para acudir a las elecciones de 1958 y junto con él acordaran quien iba a ser el candidato presidencial. Márquez-Sterling siempre consideró que un frente nacional unido de todos los partidos políticos donde también militaran los "revolucionaios de aire acondicionado" constituiría una fuerza tan poderosa que haría imposible el escamoteo de las elecciones de un Batista que ya no iba a ser candidato a la presidencia.
El asombroso rechazo de las elecciones "aun fueran estas honradas" y que en ellas salieran elegidos candidatos que durante siete años se habían opuesto decididamente al régimen, junto con la aceptación y condonación de los atentados personales y ejecuciones decretados por Castro por su Ley # 2 de la Sierra contra los electoralistas, y llevados a cabo por sus matones, en los que perdieron la vida muchos de los que se habían integrado en el movimiento cívico electoralista, fue otro gran triunfo de la política del "fin justifica los medios." El fin, la destruccion de un posible arreglo cívico constitucional, había justificado el asesinato y la violencia lanzada contra los que así abogaban.
El rechazo de un frente nacional electoral que se enfrentara, no a Batista, que no era candidato, sino a Rivero Aguero, persona honorable, pero sin arraigo alguno en la opinión pública cubana ni en sus masas populares, y la declaración de que no aceptaban el resultado de las elecciones, "aun éstas fueran honradas," era en realidad una invitación a que Batista se robara con impunidad las elecciones. Esto, como ademas se puede comprender facilmente, creaba una ironía histórica increible. La de que al cabo de siete trágicos años Batista, el hombre al que ambas fuerzas, la violenta y la pacifica, querían remover del poder, había devenido en el arbitro de la cuestion y del futuro de Cuba. Si Batista dejaba que las elecciones se llevaran a cabo honradamente y reconocía el indiscutible triunfo de Márquez-Sterling y su partido, el destino de Cuba hubiera tomado otro cauce y hoy no estaríamos en la situación en que nos encontramos. Si Batista se robaba las elecciones, como asi hizo, le daba la razón y le entregaba a Cuba a Castro, al "cualquiera" al que se habían sometido los "revolucionarios de aire acondicionado."
La importancia que la política "del fin justifica los medios" tuvo en el derrumbe y destruccion de nuestra república se puede apreciar en toda su magnitud cuando se observa que en las elecciones del 3 de noviembre de 1958, Marquez-Sterling, bajo el fuego graneado de las organizaciones revolucionarias de Castro y de los "revolucionarios de aire acondicionado," con escasos medios econonómicos, imposibilitado de poder llevar su campaña a toda la republica salió, sin embargo, triunfante en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y Camaguey. En las de Oriente y Las Villas, en las que apenas se pudo votar, especialmente en la primera por las condiciones reinantes en ella, el gobierno llevó a cabo la falsificacion de las boletas y olimpicamente declaró que había ganado y que como su candidato Rivero Aguero había sacado más votos en esas dos provincias que Marquez-Sterling en el resto se le declaraba presidente de la republica.
Ante esta fría realidad uno no puede dejar de pensar lo que hubiera pasado, si los "revolucionarios de aire acondicionado" ante la imposición arbitraria de Castro en 1957, y perfectamente apercibidos de su catadura ético-moral, se hubieran negado a seguirle y apoyarlo y lo hubieran denunciado ante el pueblo de Cuba, y escuchado la prédica de Marquez-Sterling de formar todos con él una poderosa coalición con un candidato aceptado por todos los partidos politicos para retar al gobierno en noviembre de 1958. ¿Es posible hoy, con la perspectica que nos ofrece medio siglo, con lo que hemos visto suceder en otros paises, dudar que ante esta inmensa fuerza popular cívica organizada de San Antonio a Maisi, Batista se hubiera atrevido a robarse unas elecciones que no eran para él, sino para poner en el poder a Rivero Aguero? ¿Frente a toda una nación unida, preguntamos? Márquez-Sterling nunca lo dudó. Nosotros tampoco. Ese mega fraude electoral, Marquez-Sterling siempre lo penso, habría entonces desencadenado la verdadera y cubana revolución y no la del tirano de la Sierra. Esta dolorosa pregunta habrá de quedar para siempre en nuestra historia y si los historiadores del futuro, si tienen un ápice de honestidad con su disciplina, no la podrán eludir.
Pero los "refrigerados" no hicieron esto porque esa formula no contemplaba llevar a cabo sus deseos de "castigar a Batista," y que también ya por esta epoca, como bien apunta Julio Alvarado en su obra "La aventura cubana" los "revolucionarios refrigerados" ya estaban perfectamente apercibidos de que Castro les había sustituído por completo en la lideratura del campo revolucionario y que ahora solo se tendrian que conformar que a su victoria les concediera y premiara -quizás otro de sus fines-, con puestos de más o menos categoría en su gobierno.
Todo esto, como hemos explicado más arriba fueron los frutos de la política del "fin justifica los medios," que englobaba la frase de "mejor que Batista cualquiera," politica que sirvió para allanarle el camino hacia el poder absoluto a ese "cualquiera" por el cual tanto los "refrigerados" habían suspirado y, por supuesto, para destrozar por completo una republica que a pesar de sus fallas, por cincuenta y siete años, había servido bien a sus ciudadanos y que hoy tal parece, como tristemente nos tememos, imposible de reconstruir para el bien y por el bien de todos sus ciudadanos. ***
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