Conocí
a Zoila Aguila, en la lucha contra Batista, cuando formaba parte de
las guerrillas que luchaban en el Escambray. Era casi una niña. Asi le
llamaban: "La Niña de Placetas". Después supe de sus hazañas contra los
comunistas, cuando ya era conocida por "La Niña del Escambray".
La
puerta de la casa de huéspedes en South Beach estaba cerrada.
Golpeamos el el cristal con los nudillos. Por una ventana en el segundo
piso, un hombre se asomo,mirando hacia nuestro grupo, a los cuatro
visitantes. ¿Que desean?. -Venimos a ver a La Niña del Escambray-.
-La
Niña-nos dijo el hombre-está muy traumatizada. Ella no acepta visitas.
Dígale-le respondí- que Reina Carolina, Polita Grau y su hermano
Ramón, han venido a visitarla. Estas dos mujeres estuvieron plantadas
con la Niña en Guanajay y en Guanabacoa. Momentos después la puerta se
abrió. Varios hombres se congreron en el pasillo. Tres eran ex presos
políticos.
-Es la última puerta al final del pasillo en el segundo piso- nos dijo uno, - pero La Niña Es muy renuente a aceptar visitas.
Detrás
de la puerta blanca con el numero diecisiete torcido, vive Zoila
Aguila Almeida, La Niña de Placetas, la veterana guerrillera del
Escambray.
En 1960, en los penachos de la Sierra del Escambray,
grupos de insurgentes mal armados combatian contra el sistema
castrista. En esos primeros meses de rebelión, Zoila Aguila se marchó a
la manigua con su esposo, un electricista de Remedios llamado Manolo
Munso La Guardia. Él llevaba una carabina San Cristobal con seis
peines, y ella, un revolver con unas cuantas balas. En el Escambray,
donde ya Zoila habia combatido contra Batista, creció día a día la
leyenda de la mujer guerrillera. Mochila al hombro, carabina M1 en
mano, la Niña combatió a la milicia, bajo las órdenes de Osvaldo
Ramirez, Tomasito San Gil y Julio Emilio Carretero.
Durmió en las
laderas de los montes, pasó hambre y sed, y a tiro limpio, rompió los
triples cercos de las milicias castristas. En la manigua parió dos
hijas, y ambas murieron en sus brazos de hambre y sed. Para 1963, Zoila
era jefe de una guerrilla de doce hombres, veterana de centenares de
escaramuzas en los montes villareños.
Hay una anécdota que bien
describe la sangre fría de la joven guerrillera, contada por uno de los
sobrevivientes de la gesta heroíca. Rodeados en un triple cerco, los
hombres de Carretero se desbandaron, intentando cruzar las lineas
castristas sin ser detectados. Uno a uno, los alzados fueron cruzando
el cerco, reuniéndose después todos a la orilla de un riachuelo.
Carretero contó. Faltaban dos. Manolo y Zoila. La preocupación aumentó
cuando se empezaron a escuchar disparos en la distancia. Carretero, que
tenía buen oido para las balas, pudo discernir entre los disparos de
metralleta y de rifle checo, el martilleo del Garand de Manolo y el M1
de la Niña.
Los alzados comenzaron a correr hacia el ruido de los
disparos para socorrer a la pareja. El M1 enmudeció de súbito. Sólo se
escuchaba el cantar del Garand. Carretero gritó una maldición, pensando
que Zoila había caído en el combate y solo Manolo quedaba combatiendo.
Al
atacar a la milicia, en un cruce de fuego y dispersarlos, los alzados
quedaron sorprendidos. Acostado en un matorral, con una herida en el
hombro, se encontraba Manolo Munso. A su lado, con un Garand humeante
entre las manos, Zoila Aguila se batía sola contra un pelotón de
milicias.
En marzo de 1964, después de casi 4 años alzados en el
Escambray, La Niña y Manolo fueron capturados, traicionados por Alberto
Delgado, "El Hombre de Maisinicu", un oficial de Seguridad del Estado
que tendió una trampa a las guerrillas de Emilio Carretero. En Villa
Marista, las oficinas de Seguridad del Estado Zoila y Manolo fueron
separados. Por un tiempo se podían hablar a gritos de celda a celda,
pero después a Manolo a lo cambiaron de celda para que ni a gritos
lanzados por pasillos se pudieran consolar.
A la Niña le
encerraron en el Príncipe Negro, un cuarto tapiado subterraneo, donde
sólo las ratas la acompañaban. Después vino el juicio. La Niña y 18
alzados recibieron condenas de 30 años de encarcelamiento. Doce
guerrilleros fueron fusilados.
Manolo Munso La Guardia murió en
los fosos de la prisión de La Cabaña, al anochecer del 22 de junio de
1964, mientras cantaba junto a sus hermanos de lucha el Himno Nacional
de Cuba.
La Niña fue llevada al presidio político de las mujeres.
En Guanabacoa, Guanajay y la hipócritamente llamada finca Nuevo
Amanecer . Zoila continuó la lucha aún tras las rejas. Presa plantada
se negó a doblegarse. Guardias armados con tubos de manguera la
golpearon, Fue tapiada en cuartos oscuros, sin luz ni comida.. Quemó
colchones y fue envíada a celdas de castigo.
Rompieron su mente
pero no se espíritu. La Locura se apoderó de Zoila, pero ella aún
demente se negó a rehabilitarse. Era mucho el sufrimiento. Dos hijas
muertas. Manolo fusilado. Carretero enterrado junto a Manolo en una
fosa común. Meses de celdas de castigo. Torturas, golpizas, hambre. La
volvieron loca pero no lograron doblegarla.
En la cárcel de
mujeres, sentada en su camastro, se pasaba horas en vueltas en trapos,
vestida como una leprosa, sin hablar. Cuando le permitían salir al
patio se encaramaba en las matas, donde se pasaba largo rato, la vista
perdida en el hirozonte lejano.
Después de cumplir más de la mitad de su condena llegó a Miami. Una de las últimas presas en salir de Cuba.
Tocamos
suavemente con los nudillos en la puerta blanca. La sentimos
moviéndose en el cuarto, pero no respondió. Tocamos por segunda vez. La
puerta se abrió lentamente. Sólo una rendija. Media cara se asomó al
pasillo. Pelo azabache. Cutis liso, sin arrugas. Voz de timbre claro.
La
visita duró veinte minutos. La Niña no nos permitió entrar al cuarto,
ni abrió la puerta completamente. Conversó un poco con Pola y Reina
Carolina, las amigas del presidio ignorándonos a Ramón Grau y a mí.
Polita le llevaba unos regalos, una botella de perfume y unos abrigos,
pero la guerrillera no los aceptó.
Les habló mucho, nos
dijo el dueño de la casa de huéspedes. - Ella vive encerrda en el
cuarto. Es un caso incurable. -No nos aceptó los regalos. -No- dijo el
hombre- ella se ofende si alguien le ofrece ayuda. Nosotros hacemos lo
que podemos por ella, pero es dificil ayudarla.
Esa noche me costó
trabajo dormir. La imagen de aquel rostro tras la puerta blanca quedó
grabada en mi memoria. En sus ojos oscuros me he asomado al dolor
infinito de mi pueblo.
Un Libro Historico De Los Combatientes Anticastristas En Cuba (1960-1966)
Enrique G. Encinosa
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