Saturday, February 13, 2010

Recordando a Agustin Tamargo.

LA LEGIÓN DEL REGRESO.

Por Agustín Tamargo

Salen de una isla pequeña y se han diseminado por toda la tierra grande.
Uno, es profesor en una universidad de Australia;
otro, abrió en Alaska un restaurante.
Nada los arredra, ni el frío ni el calor.
Los seduce el trópico de la Florida
pero soportan igualmente a pie firme los hielos de Boston y Nueva York.
No mendigan: trabajan.

Los que allá eran pobres, aquí son ricos.
Los que allá eran medio pelo, aquí son pelo y medio.
Ningún obstáculo sujeta su laboriosidad beligerante si la oferta es digna.
Uno es rector de la Universidad; otro, maquilla muertos.
Cambian, pero en la superficie.
En Miami, siguen jugando bolita, peleando gallos escondidos
y enviando los hijos a la escuela privada.
En Madrid, están contra José Luis Rodríguez Zapatero
y en Caracas, contra Hugo Chávez.
Siempre en la oposición.

Se les critica y se les envidia pero en el fondo se les admira.
Gallegos por el trabajo y judíos por la voluntad de sobrevivir
constituyen una legión empecinada que no se deje ignorar.

Traen la música calurosa, el ruido,
los frijoles negros y la palomilla con moros y maduros.
Pero traen sobre todo la simpatía, la cordialidad y la laboriosidad.

¿Quiénes son?

Son los cubanos del destierro,

la única población mundial trasplantada que (salvo los hebreos)
en un tercio de siglo no ha perdido su identidad.
Los que admiraban a Cuba desde lejos
como ejemplo supremo de pujanza latinoamericana,
los que veian a Cuba como un milagro étnico y cultural
donde todo parecía un relajo pero todo funcionaba bien,
ya no tienen que ir a Cuba para conocerla.
Aquí la tienen.
Esta es Cuba. Estos son los cubanos.

Exagerados, fanfarrones, ruidosos, sí.
Pero también vitales, intensos y profundamente creadores.
Qué no han hecho
en estos 46 años los cubanos del destierro para sobrevivir con dignidad?
¿Qué actividad manual o intelectual no han ensayado,
en éste o en aquel país, por complicada que pareciera,
para no quedarse detrás, para no dejarse discriminar?.

En algunas de esas actividades
han llegado tan lejos que superan a emigraciones que los precedieron
por cerca de medio siglo.
No hay hospital en Estados Unidos donde no haya hoy un médico cubano.
No hay periódico donde no haya un periodista cubano,
ni banco donde no haya un banquero cubano,
ni publicitaria donde no haya un publicitario cubano,
ni escuela donde no haya un maestro cubano,
ni universidad donde no haya un profesor cubano,
ni comercio donde no haya un manager cubano.

En las Grandes Ligas del béisbol el nombre de más color y brillo es el de un cubano.
En Madrid, el primer poeta latinoamericano es un negro cubano.
En la Coca Cola, el presidente fue un cubano.
Hasta en el Congreso de Washington
se sienta en su modestia y en su eficiencia una cubana.

En las tierras prestadas el extranjero
parece llevar siempre en la frente la marca del sitio de donde viene.
Los cubanos llevan a Cuba.
Pero la enaltecen y la honran, porque además de en la frente
la llevan en el corazón.

Pero hay algo en el desterrado cubano, a mi juicio,
superior aún a esa actividad profesional triunfante.
Y es su odio al despotismo del que huye, su amor a la tierra que dejó.

Eso lo separa y lo define.
Eso da a sus triunfos en medio del desarraigo,
una grandeza que de otro modo no tendría.

¿Por qué, preguntan algunos,
no se acaban de quedar tranquilos los exiliados cubanos?
¿Por qué no aceptan de una vez que perdieron la batalla,
que Castro les ganó,
y que con los medios de que disponen nunca podrán vencer a la tiranía?
¿Por qué no acaban de afincarse definitivamente
en estas tierras hospitalarias que los han acogido y
donde viven en lo material muchas veces mejor que como vivían allá?.

Los que preguntan no conocen a los cubanos.
El cubano sabe esto: aún teniéndolo todo,
si le falta Cuba, no tiene nada.
Sabe más todavía.
Sabe que esa prosperidad de que disfruta,
lejos de su isla hambreada y aterrada,
es en cierto modo una forma de traición.
Por eso, si se mira bien,
se verá que a veces parece que el cubano ríe,
pero en realidad está llorando.

Le nace el hijo, le crece, se le gradúa en la Universidad,
pero el cubano suspira:
¡Ah, si estuviera en Cuba!
Compra una casa, su auto, o su lancha, y sigue suspirando:
¡Ah, si los tuviera en Cuba!

De una manera misteriosa, que no puede definir,
hay un vínculo con aquello que tira de él hacia allá.
Ahora que la perdió sabe que no puede vivir sin Cuba,
y la sueña de noche, y le agiganta los valores, y la embellece y la idealiza,
y se culpa de no haberla entendido mejor,
y la recrea en sus cantos y bailes,
y la revive en sus historias, en sus costumbres y en sus comidas.

¿Por qué compran hoy los cubanos más libros cubanos que nunca?
¿Por qué tienen sus casas, sus negocios y sus oficinas,
llenas de palmas, de banderas, de escudos y de retratos de Martí?
¿Por qué escarban en la Historia?
¿Por qué redescubren a Guiteras y adquieren viejas colecciones de Bohemia?
¿Por qué se reúnen en los municipios borrando antiguos antagonismos de partido o clase?
Porque el cubano sabe que lo único auténticamente suyo es Cuba
y que a ella tiene fatalmente que regresar.

Ahora la tiranía castrista anda en sus estertores finales,
se ve claramente que el cubano se ha estado preparando siempre,
aunque no lo supiera, solo para esto: para el momento del regreso.

No hablan de otra cosa.
No les importa que les digan que todo lo que dejara la tiranía es hambre y ruina.
No les preocupa que le devuelvan la residencia o el negocio, si lo tenían.
No admiten que el rescoldo de odio que deja el comunismo acaso los quemara.
Lo único que desean es volver.

La casa donde nació está derruida,
al pueblo se lo han puesto desconocido,
la madre ha muerto.

Pero no importa.
El exiliado quiere de todos modos a esa casa,
a ese pueblo y a esa tumba.
La Patria empieza ahí.

En el exilio tropezó, erró, y se equivocó,
pero está salvado también porque
en el fondo de su ser nunca traicionó a Cuba.
Barco, avión o balsa, no lo sé.
Pero el abrazo está próximo.

A los que les molesta a veces
el llamado predominio cubano en Miami yo les digo:
Paciencia, ya falta poco.
Aquí va a haber muy pronto para ustedes
miles de puestos vacantes y de casas vacías.
¡Y qué les aproveche!


SOY CUBANO

En honor a su autor y gran Cubano Agustín Tamargo

Sobre mi mesa de trabajo encontré una nota.
No sé de dónde vino, ni quién la escribió,
acaso fui yo mismo en días que he olvidado.
Pero quiero transmitirla a mis lectores
porque creo que recoge un sentimiento colectivo.
La nota dice así:

¿Qué es ser cubano?
O mejor: ¿Qué otra cosa puede ser un cubano?

Soy cubano.
Para algunos esto acaso no es mucho
pero a mi yo íntimo le basta y le sobra.

Soy cubano .
Podría ser venezolano ,español o americano.
Pero ése sería un ser artificial
de voto y pasaporte,
hijo del papel y la tinta,
que no cuadra a mi naturaleza rebelde.

Soy un cubano integral.
Cubano de las buenas y las malas,
de las verdes y las maduras
Cubano como decía Unamuno
que él era vasco por los 16 costados.

Soy cubano.
Tengo un himno y una bandera.
Y tengo, sobre todo,
una historia llena de nombres,
hechos y lugares gloriosos.
¿Podría cambiar por algún hecho histórico extranjero
Las Guásimas, Baraguá y EL Escambray?

Soy cubano
de café negro,
de tabaco y de casabe,
de son y ron,
de baile en la Tropical y de guateque guajiro.

Soy cubano
de hablar a gritos,
de jugar a la pelota,
de piropear a las mujeres
y de bajar como un río de fuego
la escalinata de la universidad de la Habana.

No soy un ciudadano, soy una pasión que camina.
Y cuando enfrento la última realidad de mi vida,
que es la de la patria perdida,
me transformo en una fiera.

Por eso los extranjeros no me entienden.
¿Cómo van a entender que quien lo tenga todo pida más?.
Y es que esos extranjeros no saben
que ese todo reluciente,
adquirido en tierra prestada y bajo sol ajeno,
no puede curar una enfermedad fatal
que se llama ¡nostalgia!

Dicen que lo bello ,
cuando se pierde, se vuelve más bello todavía.
¿Y qué era Cuba, desde que la bautizó Colón,
sino la tierra más hermosa que ojos humanos vieron?

¿ Que era Cuba?.
Cuba era un hechizo en las madrugadas de rocío,
un calor en las venas en las noches de erotismo caliente.
Frente a la majestuosidad del Níagara.,
Heredia echaba de menos a sus palmas,
que buscó y no encontró
y que en realidad no necesitaba encontrar
porque las llevaba dentro.

Así, dentro del alma,
carga el cubano a Cuba por todas partes
como un escapulario para defenderse del siniestro.
Podrá decir también como un escudo.
Con la historia de Cuba al brazo va el cubano por el mundo
defendiendo a su tierra bienamada
frente al envidioso y el calumniador.

Cuba es su niña.
Cuba es su obsesión y su desvelo.
Cuba es su madre y es también su hija.
Cuba es su amante lejana e inolvidable.

Muchos dicen que el cubano está loco.
¡Pues claro que lo está!.
¿No va a estar loco
el que se gana la lotería
y le roban el billete?.

Los libros que allá no leía
el cubano desterrado los lee ahora aquí.
Los cuadros que allá no miraba,
los mira ahora aquí.
La música que allá no escuchaba
la escucha ahora aquí.

El cubano no vive en una casa
ni en un apartamento,
vivé en un baúl de recuerdos.
Cada vez que destapa el baúl
y encuentra una fotografía gastada,
sufre una herida

Cada palabra criolla que no conocía
o había olvidado y redescubre
se le transforma en un amuleto
con el que defiende su autenticidad.

En el hipódromo de Hialeah
hay una guardarraya de palmas.
No de palmas canas, no de palmetos,
de palmas reales
ésas que coronan en cuba las lomas
y las ribera de los ríos
y que fueron traídas de allá.

Se asegura que un hombre solitario
camina por las noches
bajo esas palmas hablando solo.
No es invención de nadie.
Ese hombre soy yo.

Ser cubano
hoy es una prueba amarga, un desafió.
En la isla, un hombre que metió en ellas a los rusos
mete ahora los turistas extranjeros
con la misma finalidad:
pisotear el cubano.

En el destierro,
la prosperidad material
y la indiferencia del extraño
ante su drama,
hacen del cubano un solitario.

Nadie lo entiende.
Nadie respeta su interminable vigilia
en espera de que amanezca.
Todos le piden que se olvide,
que se adapte,
que haga como todos los refugiados del mundo:
iniciar una nueva vida.

¿Se puede seriamente iniciar una nueva vida?.
¿Dónde hincará sus nuevas raíces esa nueva vida?
¿En el 4 de julio americano?
¿En el 2 de mayo español?
¿ En el 14 de julio francés?

No. La historia de un pueblo
no puede ser una invención diaria,
llena de lo artificio de lo prestado.
La historia de un pueblo es la continuidad ,
el plebiscito diario de que hablaba Renan.
De Diego Velásquez a Fidel Castro
la historia de Cuba
ha sido un largo peregrinaje
hacia la única felicidad posible:
la que proporciona la libertad.

Cuba mató su indio,
masticó su negro y se tragó su español
y de esas mezclas de sangre, hizo el cubano.
Hombre de islas, hijo del sol,
ese cubano lo ha sido todo
sobre su tierra ardiente:
matemático y jugador de gallos,
ajedrecista y cantor de puntos guajiros,
político y hacendado,
rumbero y profesor.

Fernando Ortiz es el cubano.
Y Miguel Matamoros.
Y Guiteras. y Gastón Baquero.
El chino-mulato Wilfredo Lam es el cubano
¿Se puede olvidar todo eso
porque el anfitrión sea generoso
y la mesa esté bien servida?

Yo creo que no.
Como decía Martí
de los que iban a su tierra
cuando aún el español la ofendía.
"Otros pueden, yo no puedo."

La dejaron allí como quien
dicta su testamento a un notario
o como el que echaba una botella al mar.

Vino Colon, vino Hernán Cortés,
vino el americano, vino el ruso,
vino Castro
vino la desolación de la huida en masa.

Pero la isla está allí,
Cuba está allí.
Esperando con su calor de madre
por los hijos dispersos
simbolizados en ese cubano
que dejó esta nota
y que habla solo de noche
bajo las palmas de Hialeah.


"Cuba primero, Cuba despues, y Cuba siempre" (Cuba first, Cuba later, and Cuba always)


1 comment:

  1. Conoci a Agustin, y este homenaje es digno de su persona.
    Felicitaciones

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