Lo conocí cuando nos involucramos en un congreso virtual de blogueros y de ahí nos mantuvimos luego en contacto, especialmente por el tema de Cuba. Martiano hasta la raíz y cubano hasta el tuétanos, con una inteligencia extrema y unos conocimientos tremendos de historia, cautivaba a cualquiera. El pasado sábado recibí una llamada de una amiga común para decirme que Osvaldo había muerto. Lo sentí, lo sentí profundamente, pues con apenas 55 años dejaba esta vida. Aquejado por un cáncer de pulmón, del cual se había operado, falleció. Al parecer hizo metástasis.
Otro cubano que murió sin ver a Cuba libre, por eso me apena mucho más. Ahora sólo le pido que desde el Cielo nos ayude para lograrlo. Por eso no le pido que descanse, sino que siga luchando desde allí para un día regresar a esa patria que lo vio partir un día con la siempre esperanza de volver.
(Escrito el domingo 5 de julio de 2009)
YO SOY INTOLERANTE
Otro cubano que murió sin ver a Cuba libre, por eso me apena mucho más. Ahora sólo le pido que desde el Cielo nos ayude para lograrlo. Por eso no le pido que descanse, sino que siga luchando desde allí para un día regresar a esa patria que lo vio partir un día con la siempre esperanza de volver.
(Escrito el domingo 5 de julio de 2009)
YO SOY INTOLERANTE
Por osvaldo raya
No, no voy a negarlo. Efectivamente, yo no sé discutir: En verdad he resultado ser un tipo intransigente, intolerante, radical, extremista. Yo no quisiera pero es así: no puedo evitarlo. Es algo que va conmigo, que me fue sembrado poco a poco y cada día por la educación revolucionaria. No puedo olvidar las sesiones de odio ‒que eran como las que cuenta la famosa novela de 1984 de George Orwell‒ en cada reunión de los Comité de Defensa de la Revolución, aquella organización de la vecindad que debería vigilar y atacar cualquier resquicio de contrarrevolución y en donde se atizaba rabiosamente el rechazo a todo pensamiento disidente.
Y me fui acostumbrando al blanco y al negro («Con la Revolución todo, contra la Revolución nada»). Y así fui adoptando una postura rígida e implacable. Por eso es que tengo que admitir que hoy por hoy no soporto escuchar a nadie que no opine como yo en asuntos de política.
Todavía siento la necesidad de armarle un circo al que se me atraviese y se me oponga con un punto de vista medio blandito y paliducho en relación con los problemas de la situación cubana de hoy. No aguanto tener ni por dos minutos delante de mí a nadie que apoye a la dictadura comunista de los Castros. Me lo quiero comer vivo. Pero los comunistas me enseñaron a ser así y así soy. De ahí que siempre quiera tirarle huevos a mis oponentes y me vengan de pronto esas ganas de gritarle al tipo que manifiesta simpatía por la Revolución: «¡muérete, hijo puta comunista, traidor, escoria!» y hasta me domine un instinto como de ir a destrozarle su casa; tal y como aprendí viendo aquellos famosos y desaforados actos de repudio de mi barrio cuando alguien hacía saber su deseo de abandonar el país y venirse a vivir a Miami donde estaba el enemigo de la Revolución.
No sé, es algo que está en mí. ¡Mira que lucho contra eso pero coño me domina! Es que estos comunistas le dejan a uno el cerebro bien ‒pero bien‒ lavado. Son demasiado eficientes en eso de envenenarle el espíritu a los niños y a los jóvenes, en entrenarlos para la soberbia, la rabia, el terror. En formar con ellos las turbas de porristas que asalten la libertad y la dignidad de los opositores.
Aun a mis 54 años, mantengo dentro de mí a una bestia que fue alimentada y estimulada desde niño y durante toda mi adolescencia y juventud. Yo soy ese hombre nuevo ‒hombre bestial‒ que querían hacer de mí; es decir, alguien incapaz de escuchar al que tiene una opinión diferente a la de uno, que no sabe discutir y que reacciona con rigidez casi militar ante aquellas opiniones que considera adversas y totalmente equivocadas.
Ya no hay remedio. Entonces, heme aquí así, todavía, igualito: intolerante, agresivo, radical, medio sordo. Pero en el otro bando, defendiendo mis ideas de la única forma que aprendí a defenderlas. Por eso admito que sí, que tengo ganas de tirarle huevos y piedras y romperle la cara a Francisco Aruca, a Max Lesnik, a Edmundo García y otras ratas que sirven de voceros de la dictadura cubana, aquí en Miami… ¡que ni se les ocurra pararse delante de mi! Y, por eso mismo, tampoco quiero oír a los trovadores oficialistas Silvio Rodríguez y Pablito Milanés. Creo que si me encuentro con uno de sus discos, soy capaz de picotearlo o de darle candela en la misma pira donde colocaría también todos los libros de marxismo que tenga a mi alcancce y todos los discursos del Gran Usurpador de la República de Cuba.
¿Qué tal eh? ¿Me van a acusar de intolerante y extremista aquellos que me entrenaron precisamente para ser intolerante y extremista? ¿No querían que odiara, que fuera combativo e intolerante con la opinión de los que disienten de mis ideas? ¡Pues aquí tienen al intolerante que querían: ahora, entonces, que se jodan!Nada, que mi intolerancia vino conmigo desde Cuba y no la aprendí en Miami ni oyendo Radio Mambí sino leyendo el Granma y Juventud Rebelde y escuchando Radio Progreso, Radio Liberación, Radio Reloj.(Y a ti, so comunista ‒después de leer esto‒: ¿cómo te quedó el ojo?
Gracias, amiga. Ustedes tuvieron mucho más contacto y sé que sentías un profundo afecto por Osvaldo. Fuiste la amiga común que me informó sobre su muerte. No podemos hacer otra cosa que recordarlo siempre con cariño.
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