ABC Internacional
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Víctor Rolando vivió en Cuba en una celda de 4 metros cuadrados. Ahora rehace su vida con su mujer, su hija y su nieto en Madrid
JAIME GARCÍA
Al poco de llegar a España tras salir de prisión, Víctor Rolando se quedó «impactado» al ver en la Puerta del Sol cómo un grupo de personas «protestaba sin riesgos» contra el régimen castrista. Todavía hoy observa incrédulo por televisión cuando «el Gobierno de Zapatero responde sin brutalidad a las críticas de la oposición». De integridad y valentía probadas para sus compatriotas, Víctor Rolando Arroyo, ex prisionero de conciencia, licenciado en Geografía, nacido en Pinar del Río hace 60 años, fue encarcelado en tres ocasiones por disentir de la dictadura. La última entre la Primavera Negra de 2003 y el 7 de septiembre de 2010, fecha en que aterrizó en España después del compromiso de Raúl Castro de excarcelar a los 52 presos políticos de esa oleada represiva —los últimos del «Grupo de los 75»—, en un diálogo inédito con la Iglesia católica cubana que acompaña el Gobierno español. La condición del menor de los dictadores fue cambiar la celda por el exilio forzado. La mala salud de varios familiares, gran parte secuela del hostigamiento del régimen comunista, pesó a la hora de tomar la decisión.
Un artículo crítico sobre el método del cultivo del tabaco le costó por primera vez la cárcel en 1996
El ex prisionero de conciencia elaboraba proyectos territoriales para el Instituto de Planificación Física de Pinar del Río cuando empezó a disentir de jefes que incumplían los planes. Arroyo, que es católico practicante, comenzó a asistir al Centro de Formación Cívica y Religiosa que dirigía el disidente Dagoberto Valdés. Luego se incorpora a grupos opositores, es promotor del Proyecto Varela, de Oswaldo Payá, y ejerce como bibliotecario y periodista independiente.
Después de los últimos siete años de presidio —con palizas y huelgas de hambre incluidas—, intenta recuperar el tiempo robado a la familia en España. Víctor Rolando Arroyo llegó a Madrid junto a su esposa, Elsa González Padrón, licenciada en Historia, maestra y miembro de las Damas de Blanco. También su hija Nairelys —entonces embarazada de ocho meses y de ese grupo de mujeres de presos— y su familia: Jorge, su marido, instalador de la telefónica estatal Etecsa, y su hijo Jorge Javier, de dos años. Con el disidente cubano viven los dos hijos del primer matrimonio de Elsa, Miguel Ángel y Rainder, de 20 y 24 años, respectivamente.
Un luminoso piso en Móstoles
El hostal Welcome, de Vallecas, fue la primera dirección de los Arroyo en España. Después del nacimiento de Diego Alejandro, el 8 de noviembre en el Hospital Gregorio Marañón, vivieron tres meses en Sigüenza. Siempre con la asistencia de las ONG Cruz Roja, CEAR o Accem, que canalizan la ayuda del Gobierno español. Hasta que el 1 de marzo se trasladan a un luminoso piso de cuatro habitaciones en Móstoles, junto a la Universidad Rey Juan Carlos. «Este tipo de apartamentos en Cuba solo los tiene la elite del régimen», confiesa en voz baja Víctor Rolando. Elsa piensa lo mismo sobre el horno y el microondas que tienen en la cocina, donde preparan el «arroz moro» (con frijoles) y otros platos cubanos que procuran comer a la misma hora que lo harían en su país. Esta familia cubana recibe del Gobierno español, vía las ONG, 740 euros para el alquiler de la vivienda y 580 euros para comida y gastos de la casa.
Encarrilados los problemas médicos, a Víctor Rolando le preocupa su situación legal, laboral y académica
Esta semana, Nairelys ha cumplido 28 años. Su casa está a un par de paradas de metro de la de Elsa y Víctor Rolando, que le llevan un regalo en una bolsa (jaba para los cubanos) de un hipermercado. La vivienda es algo más pequeña y oscura. Pero están felices con sus dos bebés y unos amigos cubanos que acaban de preparar pescado marinado. Lo celebran con vino tinto. Nairelys y Jorge se han acogido a la protección subsidiaria permanente, que les da derecho al permiso de residencia y trabajo. Pero el joven cubano afirma que no encuentra trabajo, que varias compañías telefónicas le han dicho que «les sobran instaladores». Son conscientes de que han aterrizado en España en el peor momento, con más de cuatro millones de parados.
Una vez encarrilados los problemas médicos, a Víctor Rolando le preocupa su situación legal, laboral y académica por la homologación de los títulos. Sabe que la ayuda oficial española no puede ser eterna. «Estamos en un limbo jurídico y emocional, no tenemos seguridad de nada», se lamenta. El ex preso político afirma que «hace tres meses que tenía que haber recibido respuesta a la petición de asilo político por el procedimiento extraordinario, como nos sugirieron las mismas autoridades españolas que se podía tramitar».
Sin embargo, fuentes oficiales españolas indicaron a ABC que la ley de asilo establece que el plazo para responder es de seis meses prorrogables. A finales de marzo se reúne la comisión interministerial y es previsible, según las mismas fuentes, que se conceda el asilo político a «un número significado» de ex presos políticos cubanos. Los portavoces del Ministerio de Exteriores consultados rechazan que se hallen en un «limbo legal», porque «o bien tienen el estatuto de solicitante de asilo o la protección subsidiaria permanente».
Los jóvenes Rainder y Miguel Ángel se sienten «inseguros» en España, reconoce Elsa, su madre. Sin trabajo y sin poder continuar sus estudios mientras La Habana no cumpla su compromiso de enviar los títulos y expedientes académicos. Otra piedra en el camino para integrarse en la sociedad española. «No pedimos privilegios, sino mayor sensibilidad y comunicación por parte del Gobierno español, que cumplan sus compromisos y le pida al presidente Raúl Castro que lo haga; da la impresión de que no lo ha hecho por nosotros sino para ayudar al régimen cubano a limpiar su imagen ante la Unión Europea», concluye Víctor Rolando Arroyo.
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