Ha pasado medio siglo. La película se titulaba PM (Pasado Meridiano) y abordaba la noche habanera. Tras 50 años de azarosa vida clandestina, PM se recuperará en mayo de 2011 para proyectarse en Casa de América, en Madrid.
El documental fue realizado por Orlando Jiménez Leal, a quien apoyaba, como editor, Saba Cabrera, hermano menor de Guillermo Cabrera Infante.Trabajaban en televisión. La revolución había lanzado la alerta ante una invasión norteamericana de la isla. Y los informativos en los que trabajaba Orlando, entonces un camarógrafo de 18 años, le envió a buscar material que desmostrara que la gente se estaba armando patrióticamente contra el invasor.
Regresó con cuatro minutos que decían todo lo contrario. La gente seguía la rumba. La Habana no había sido poseída, dice ahora el cineasta, ni por el miedo ni por la patria; “de hecho”, dice, “una negra propuso: ‘Oye, chico, ¿y por qué en lugar de Patria o Muerte no decimos Patria o Lesiones leves?”.
Ese material fue a la basura. El clima cultural que había en Cuba estaba marcado por Lunes de Revolución, la revista que dirigía Guillermo Cabrera Infante. En aquella atmósfera trabajaban Carlos Franqui, Néstor Almendros… Orlando creyó que se podía prolongar ese material para retratar La Habana de noche.
Se apoyó en Saba Cabrera, y pusieron las cámaras, sin luces, ante paisajes nocturnos en los que la rumba y los tragos eran el paisaje que se movía, como sombras en la noche.
Filmaron en diciembre de 1960. Editaron el filme en enero del 61, y percibieron “que alguien andaba espiando”. Era Alfredo Guevara, factótum del cine cubano aún hoy. Estrenaron PM en la tele. “Y la recepción fue muy buena”. Néstor Almendros escribió en Bohemia: “He aquí una película corta cubana que resulta una auténtica joya del cine experimental”.
Iba a ser, pues, una sorpresa, e iba a ser única, Néstor tenía razón. PM era, según el legendario cineasta cubano, “un pequeño filme (…) que recoge fielmente toda la atmósfera de la vida nocturna”. “El procedimiento”, proseguía, “no puede ser más simple: es el del cine espontáneo, el free cinema que tanto auge tiene ahora en el mundo”.
A la admiración siguió la bala de la censura, que ya estaba en posición de disparo. Para el estreno en cines necesitaban la aprobación de una junta que aún obedecía leyes de Batista. Y fue entonces cuando se encontraron con la pared enfrente.
“La película no solo está prohibida sino que se halla confiscada”, le dijeron a Jiménez Leal. La orden era de Alfredo Guevara. Se desencadenó un tumulto que se llevó por delante las aspiraciones de libertad del grupo que nucleaba Guillermo, el mayor de los Cabrera Infante.
Pero para llegar a esa disolución de facto de la naciente cultura nacida de la revolución ocurrió un largo calvario, que incluyó de manera destacada el famoso discurso en el que Fidel Castro les dijo a los incriminados, en medio de un juicio que tuvo como escenario la Biblioteca Nacional: “Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”. A partir de ahí ha habido incesantes episodios.
PM condujo al exilio, en uno u otro momento, a Guillermo Cabrera Infante, a su hermano Saba, a Orlando Jiménez Leal, a Néstor Almendros, que tuvo una destacada participación en el repudio que desató la prohibición de la película. Miriam Gómez, la viuda de Guillermo, nos decía: “Se hizo para acabar con Guillermo y con el grupo de Lunes de la Revolución”.
¿Y por qué? Orlando cree que se aprovechó la circunstancia para lanzar un mensaje: todo tenía que ser revolucionario, o aparentemente revolucionario; la película “no glorificaba al hombre según la estética del realismo socialista; nosotros hacíamos, más bien, un surrealismo socialista; les pareció un reportaje irreverente. PM no podía ser”.
En la reunión plenaria, de escritores con Fidel, este puso la pistola sobre la mesa, explicó que o se estaba con la Revolución o contra la Revolución. Y mandó a parar, exactamente. “Ahí”, dice ahora Jiménez Leal, “se acabó la rumba, se terminó la fiesta”. Néstor se fue gritando: “¡Eso le hizo Stalin a Eisenstein!”.
Ahí ensayaron Fidel y sus compañeros lo que pasaría luego. “Lo de Heberto Padilla fue una versión remasterizada y en color de lo que pasó con PM. Ahí se inició la diáspora”.
Esos 14 minutos marcaron su medio siglo restante, el suyo y el de los suyos. Hizo cine, solo y con Néstor Almendros, hace fotografía, pero aún le dura la visión de Castro gritando en la Biblioteca Nacional. Con la pistola en la mesa, contra PM, sobre la noche en La Habana, el comandante mandó a parar.
Juan Cruz, El País
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