Huber Matos en España
El estar privado de vivir en la nación de origen produce dolor, impotencia y añoranza, como ninguna otra circunstancia posible en la vida
Reciente manifestación de exiliados venezolanos en Paris
Por Angélica Mora
DIARIO DE AMERICA
La separación forzada de la Patria sella para siempre al ser humano. Debido a sentimientos difíciles de expresar pero que se llevan muy dentro, la tierra donde se nació imprime un cuño de propiedad que se lleva toda la existencia.
Por eso, el estar privado de vivir en la nación de origen produce dolor, impotencia y añoranza, como ninguna otra circunstancia posible en la vida.
No importa que el exiliado se crea asimilado al nuevo país e incluso adquiera su ciudadanía. Muy dentro tendrá esa nostalgia rasguñándole el alma con los recuerdos. Y muchas veces se desvelará pensando en que su vida habría sido totalmente diferente si hubiera podido quedarse en su tierra natal.
Pero una serie de circunstancias apartan muchas veces al hombre y la mujer de la Patria. Pueden ser asuntos económicos y búsqueda de una mejor vida; o puede ser la salida voluntaria del país debido a problemas políticos. Quizás la más dolorosa es el ostracismo forzoso por caprichos de los dictadores de turno.
La diáspora cubana conoce de ese sufrimiento, con más de un millón de sus ciudadanos fuera del territorio nacional desde hace más de medio siglo. Y antes de los hermanos Castro el Apóstol José Martí sintió en su corazón la garra del destierro.
Lo que salieron de Cuba con el triunfo de la revolución creyeron que era sólo por unos meses. Como mucho unos pocos años... pero las circunstancias han dicho otra cosa.
La diáspora venezolana está recién comenzando, si se le compara a la cubana y ambas se encuentran hermanadas por el mismo dolor. Frustradas sus ansias que caigan las dictaduras que tienen sus países prisioneros, sin libertad ni derechos.
A pesar de sus quejas la comunidad internacional -salvo escasas excepciones- hace caso omiso a oírlas, con la disculpa de la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en sus asuntos internos. Ignoran el hecho que ambos gobiernos, de la llamada Cubazuela, interfieren abiertamente -con dinero y propaganda- en los asuntos políticos de la región desde hace décadas.
Los exiliados mientras tanto, presa de la desesperanza ven como algunos miembros pisotean sus valores. Se trata de recién llegados u otros ya viviendo por años en Estados Unidos, enviados y adoctrinados por sus respectivos regímenes a causar caos y desinformación en la diáspora.
También miles, quienes llegaron con sus valores intactos de familia y nación, ven que sus hijos y ellos mismos han cambiado.
La frustración, ante el tiempo que transcurre sin cambios aparentes en Cuba y Venezuela, es un sentimiento oscuro que nubla el diario vivir del exiliado.
Sin embargo, la esperanza en un mañana mejor no muere. Hay quienes todavía llevan la llama incólume de la Patria a pesar de todo y se les ve en concentraciones, agitando sus banderas defendiendo lo que éstas representan.
La batalla no se ha perdido mientras haya una enseña flameando en las manos de un hombre o mujer que todavía siga amando la Patria Lejana.
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